Un incendio anunciado
Contenido principal
06 de julio de 2012 Fuente: Enric Mateu / valenciaplaza.com
Por su interés, reproducimos este artículo del presidente de SAEM, Enric Mateu, publicado en valenciaplaza.com
Dos hechos de signo contrario pero con igual resultado ilustran el problema medioambiental que sufre el territorio valenciano. El primero destaca la presión sobre el suelo de la agricultura industrial contaminante y erosiva junto con la ocupación urbanística de las comarcas costeras desde el Senia al Segura. El segundo, lo contrario, el abandono de las tierras del interior, con el deterioro de las masas forestales, el casi cese de las actividades agrícolas y ganaderas y la emigración forzada de la población que ha dejado un país vacío e inerme. En consecuencia, después de muchos años de crecimiento descontrolado y especulativo, en Valencia desaparece el suelo, la flora y se contaminan las aguas por un exceso de actuación o por su abandono,
El tema de los recientes incendios forestales puede y debe abordarse desde la inmediatez de la catástrofe. Hay que dar soluciones con rapidez. No entraré a discutir si fueron las adecuadas, si se actuó con diligencia y si los medios fueron necesarios. No es mi tema y gente con competencias dictaminará sobre lo ocurrido. Pero si conocemos el resultado provisional de esta lucha sin cuartel contra el fuego: Cerca de 50.000 ha de tierras quemadas y un fallecido en las tareas de extinción. Así que habrá que concluir que el resultado es malo, lo cual debería hacer que las autoridades se replantearan su forma de prevenir y luchar contra los incendios.
Si vamos más allá en el tiempo, al medio y largo plazo el tema de los incendios gana en complejidad. Algo que resulta difícil de entender desde los despachos de Valencia, cuyos ocupantes tienen una visión del mundo rural unidireccional, simplona y folklórica en el peor sentido del término. Para empezar a describir lo complejo enumeraré seis personajes que intervienen en el drama. Primero, la población rural abandonada a su suerte, con rentas por debajo de la media del país, envejecida, con escasos servicios de salud y enseñanza, condenada a una desaparición lenta pero imparable. Segundo, los agricultores y ganaderos vencidos y menospreciados, abrazados a la tierra que sólo abandonarán con su muerte, cuyos campos, antaño llenos de vigor y belleza, están ahora yermos y sin vida. Tercero, los propietarios de los bosques, abrumados por sus propiedades, que cual maldición bíblica les amenaza con un incendio, cansados de pedir soluciones para su explotación forestal y viendo año tras otro como van desapareciendo las ayudas. Cuarto, los empresarios de la hostelería que comprueban como el patrimonio rural se destruye y con ello desaparece el principal atractivo para sus clientes ¿Quién visita una comarca con sus bosques quemados? Quinto, los responsables de la prevención y lucha contra incendios que ven sobre el terreno como disminuyen sus dotaciones, que son ninguneados en su trabajo, y que al final deben jugarse la vida por un triste salario. Sexto, la administración que no tiene ninguna política, sólo actitudes, para resolver este problema y que únicamente se acuerda del fuego cuando quema.
¿Hay soluciones? Claro que si, aunque inmediatas no. Y es una lástima porque los plazos de los políticos se miden por las fechas de las elecciones y la naturaleza junto a la población viven a otro ritmo más pausado pero de más largo alcance. Por tanto para solucionar el problema hay que plantearlo hay que plantearlo a medio y largo plazo, reuniendo a todos los responsables e involucrados, la mayoría de los cuales he citado antes. Tenemos alcaldes de poblaciones afectadas que saben de que hablan y que hay que escuchar; agricultores, ganaderos, propietarios forestales y hosteleros que pueden aportar ideas para mejorar la economía, ecologistas que a buen seguro nos plantearán cuestiones que nos harán reflexionar; técnicos forestales con experiencia que no hay que desaprovechar, e investigadores del fuego en las universidades valencianas que pueden aportar mucho al debate. Finalmente, la administración debe alentar, escuchar y ordenar el dialogo, para así proyectar y ejecutar las medidas necesarias y promover el desarrollo rural sostenible, sin el cual los incendios proseguirán imparables en el futuro próximo y lejano.
Lamentablemente no ha sido ese el camino que la Consellería de Agricultura ha seguido estos últimos años. Finalizados los LEADER, estos fuero sustituidos por agrupaciones de municipios sin ningún criterio ni geográfico, ni social, ni económico. Para acabarlo de arreglar en los últimos años no perciben ningún dinero ni medios, con lo que no hay proyectos a realizar. Los grupos de desarrollo rural RURALTER, una especie de espantajos del desarrollo rural, languidecen sin realizar actividad alguna.
Pero los más grave es que técnicos muy cualificados de las agrupaciones LEADER fuero despedidos y sustituidos por personal incompetente, constituyendo una gran perdida de recursos humanos. Podemos afirmar que no hay en nuestro país desarrollo rural y que sin él continuarán los incendios forestales hasta que calcinen la sociedad rural y sus pueblos.
Durante los últimos años la población del interior se ha lamentado del abandono del medio rural. Aquí en la capital no se les ha hecho ningún caso, y ahora al final, la naturaleza harta de tanta desidia ha alzado la voz arrasándolo todo. Ahora si, ahora han ido desorientados a luchar contra el fuego. El resultado es de todos conocido. Cabe cambiar de enfoque, hay que contemplar el medio rural y su población como algo propio con la que hay que colaborar todo el tiempo, relacionándose con ella no sólo en las catástrofes y en las citas electorales. Tienen que convencerse que nuestras tierras del interior son fundamentales para que perviva el conjunto del territorio valenciano. No pueden ya creer, ¿aun lo creen? Que pueden ganar coyunturalmente a estas terribles catástrofes. Ya hemos visto que no. Es necesario precisar y ejecutar políticas de desarrollo rural sostenible formadas desde abajo a arriba y viceversa, con amplios consensos de todos los interesados, abandonando los enfoques clientelistas. En caso contrario, y por el momento, la herencia que nos dejan es un territorio valenciano destruido.
Fin del contenido principal