Rosario Cordero, presidenta de la Diputación de Cáceres: '¿Y si hablamos de despoblamiento? '
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22 de diciembre de 2016 Fuente: HOY
Hoy más que nunca conviene que sepamos valorar el mundo rural de una manera nueva, más franca, más objetiva.
Artículo de opinión de Rosario Cordero Martín, presidenta de la Diputación de Cáceres, publicado originalmente en HOY.
En pocos años el mundo rural, y con él, mi propia opinión y mis objetivos políticos, han pasado del impulso a los programas de desarrollo rural a la necesidad urgente de que su éxito genere resultados para la gente y para el territorio. En pocos años, esta urgencia por el desarrollo será estimada como la única política capaz de hacer frente al despoblamiento que amenaza al mundo rural de media España y a muchas de nuestras comarcas cacereñas, seamos o no conscientes de ello.
Me refiero a un desarrollo extenso. Que pueda ser comprendido en todos los ámbitos de nuestra vida. En la educación, en la cultura, en las comunicaciones, en el cuidado del medio natural, en la innovación y la modernización de nuestros sectores económicos, en la conservación de nuestro patrimonio, en las oportunidades de nuestros jóvenes y en tantas otras cosas igualmente importantes que convergen en nuestra vida cotidiana a las que el término sostenibilidad pone adecuado abrazo.
Y me refiero a un despoblamiento que es también extenso. Nosotros hemos colonizado el planeta. Y en la parte que nos toca somos responsables. De cómo hemos plantado, de cómo hemos construido vías de comunicación, construido puentes, tejido lazos entre culturas y paisajes, de cómo hemos hecho crecer el ganado y cómo éste ha configurado igualmente el medio, de qué rocas están hechas nuestras casas y de qué maderas nuestras puertas y ventanas. No hablo solo de que perdamos personas en nuestros pueblos sino de que si no las hay, no sabremos quién cuidará ese medio que nosotros hemos dibujado ni quién se ocupará de la cultura que hemos creado.
Hoy más que nunca conviene que sepamos valorar el mundo rural de una manera nueva, más franca, más objetiva. Que nos libremos de viejos estigmas que condenaban lo pueblerino y ensalzaban las ciudades. Que no haya ningún nuevo estilo de vida, ninguna nueva corriente cultural ni nueva forma de expresión joven, urbana, local o global que olvide lo que el campo y sus gentes significan. Necesitamos que quien valore las redes sociales y las cien mil opiniones que contienen, se pare a mirar los árboles, los ríos, las montañas, los prados, las vacas, las cabras, los cerdos y las ovejas, los pueblos y la gente. Y que sepa que no hay ciudad que no esté sostenida en el medio rural y que, por coherencia, nuestras ciudades han de crecer hermanadas con nuestros pueblos. Debemos valorar, más que nadie, sus paisajes, sus culturas y sus productos, cualitativamente más preciados que cualquier otro que nos llegue sin un significado cultural propio asociado a sus sabores.
En la provincia de Cáceres, muchos soñaron en el pasado con la llegada de inversores que pusieran fábricas, industrias que produjeran algo y que equilibraran nuestro sector secundario, siempre deficitario. Somos pobres porque nada producimos, decían. Pero producimos y no lo valoramos suficientemente. Y podemos producir aún más porque los mercados están ahora a nuesten la Diputación de Cáceres.
Nuestras fábricas son nuestro medio rural. Y produce alimentos de primera calidad, alimentos que jóvenes emprendedores están convirtiendo en productos ecológicos y llevándolos al último confín del mundo. Y tenemos productos turísticos del tipo de los que media Europa está buscando sin encontrarnos suficientemente. Y además, afortunadamente, estamos viendo cómo nacen nuevas cooperativas, más humanas, más arraigadas en la tierra que razonadamente explotan. Sólo hay que seguir esa senda, pero generando cooperación, dando la mano y participando.
Hoy más que nunca, en nuestra provincia, las políticas necesitan consenso, participación y comprensión sobre lo que debemos construir, más colaboración entre la gente, entre las esferas de lo público y lo privado, entre las instituciones que cuidamos del territorio. Debemos comenzar por una toma de consciencia, colectivamente, de que vivimos en una provincia de una belleza inconmensurable, con unos valores culturales y humanos increíbles y que, sin embargo, están dolorosamente en riesgo. Que la vida en la ciudad no sea un espejismo. Que la educación, la sanidad o la diversidad en los suministros garantizados en la ciudad no sea un cristal opaco que nos haga olvidar de dónde venimos todos. Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro origen en alguno de nuestros pueblos.
La participación, el consenso y todo lo demás no son palabras huecas o meros deseos. Necesitan esfuerzos y decisiones. Iniciativa y actitudes resolutivas para ponerlas en marcha. Hemos comenzado, en la Diputación de Cáceres, por la parte de consciencia práctica organizando un Congreso sobre despoblamiento en zonas rurales que ha sido seguido por todas las provincias de España y por las comunidades autónomas que comparten este problema. Más de un centenar de reflexiones y buenas prácticas nos han sido legadas como conclusiones y hemos firmado una declaración a la que no dejan de adherirse entidades locales de todo el país y a la que se sumó nuestro presidente Guillermo Fernández Vara. La Declaración de Montánchez tratará de poner el despoblamiento en la agenda política de las instituciones nacionales y europeas. Pero además, hemos creado un espacio para el consenso a modo de Pacto Político y Social que ha sido suscrito, para empezar, por las fuerzas políticas presentes en la corporación provincial. Este pacto va a proponer medidas concretas aplicables desde el presupuesto de la diputación pero, como en este caso no podía ser de otra manera, inaugurará un nuevo modelo de gobernanza mediante una comisión provincial abierta a la que podrán incorporarse las organizaciones políticas, sindicales, municipales, empresariales y sociales a las que afecta el despoblamiento en el medio rural.
Y una última reflexión: las medidas contra el despoblamiento van más allá de la política cotidiana, de arreglar carreteras o saneamientos, de impulsar la cultura o programas de empleo o de turismo. Las comprende igualmente pero las integra en la lucha contra una tendencia. Y no es lo mismo el programa político para unos años que trabajar contra una tendencia que nos amenaza. Cambiar una tendencia implica un esfuerzo sostenido en el largo plazo. Un papel nuevo y adecuado para la institución más cercana al territorio, un reto aceptado
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