Los seis rincones más despoblados de España
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20 de enero de 2016 Fuente: Diario Vasco
El 56% de los municipios del país ha visto menguar su censo en la última década
- La zona más afectada, Guadalajara: con solo 1,63 habitantes por kilómetro cuadrado, la comarca de Molina de Aragón cuenta con una densidad de población inferior a la de Laponia
Con un crecimiento vegetativo cada vez más escaso, son los pueblos españoles los que notan de forma más acusada el envejecimiento de la población: por un lado, las nuevas generaciones marchan a las ciudades en busca de nuevas oportunidades de empleo, quedando allí los más mayores que poco a poco pasan a mejor vida. Por otro, la marcha de esos jóvenes impide la renovación del censo, que acaba por desparecer. Durante la última década, el 56% de los municipios del país ha visto menguar su población. La zona más perjudicada, Guadalajara: la comarca de Molina de Aragón, conocida como la «Siberia española», cuenta con una densidad de población de solo 1,63 habitantes por kilómetro cuadrado, inferior incluso a la de la gélida Laponia. No es la única que sufre el desgaste del nulo relevo generacional. Estos son los seis municipios más despoblados de España:
- Sos del Rey Católico (Zaragoza), la «cuna de España» a menos
En las históricas Cinco Villas se encuentra otro de los muchos ejemplos de municipios heridos por los drásticos declives demográficos. Un caso relevante es el de Sos del Rey Católico, un referente en la historia de España. En 1452, la reina Juana Enríquez huyó de las luchas en las que estaba sumido el vecino territorio navarro para dar a luz en Sos -en un ambiente más seguro y en suelo aragonés- al que se convertiría en rey Fernando El Católico.
En la actualidad, el vigor turístico de esta localidad con flamante casco urbano medieval contrasta con su adelgazado padrón de habitantes: en el año 1900 vivían en Sos 3.600 personas; hoy rondan los 650 empadronados. También escasean los niños: solo el 6% de su población tiene menos de diez años de edad, frente al 30% que superan los 65 años.
Aunque se cuenta entre los municipios que aún están por encima de los 500 habitantes, a Sos le hace falta un revulsivo de la natalidad, como a la mayoría de pueblos aragoneses. Todo esto en una región que, hoy por hoy, anda en números rojos porque se mueren más de los que nacen. En 2014 fallecieron 6.883 personas en Aragón, frente a las 4.412 que nacieron. Los demógrafos del Instituto Aragonés de Estadística auguran un declive demográfico acentuado para los próximos años. Calculan que dentro de un decenio, la región tendrá 33.000 habitantes menos que ahora y, además, su censo estará más envejecido, con una cuarta parte de la población por encima de los 65 años de edad y solo un 13% menor de 15 años. Informa Roberto Pérez.
- Plan (Huesca): la «caravana de mujeres» que amortiguó el declive
Plan, en la provincia de Huesca, es uno entre las decenas de municipios aragoneses que dan fe de la amarga despoblación. Situado en la comarca del Sobrarbe, a poco más de una hora de Barbastro por carretera, hace décadas que Plan siente de lleno la inquietud por su futuro vital. Con una población cada vez más mayor, escasez de matrimonios y de nacimientos, en 1985 este pequeño municipio del Pirineo aragonés se embarcó en la 'caravana de mujeres' que le dio notoriedad mediática dentro y fuera de España. De aquella iniciativa acabaron cuajando noviazgos que, en varios casos, se sustanciaron en matrimonios y en un repunte de la natalidad.
El alcalde de Plan, José Serveto, de 29 años, afirma que aquello fue un analgésico temporal para la delicada demografía del pueblo. Pero advierte que es imprescindible que los poderes públicos presten más atención a las áreas rurales para dotarlas de un futuro que, a su juicio, pasa inexorablemente por mejorar las infraestructuras, las condiciones de vida y, sobre todo, el empleo. Oportunidades de trabajo que fijen población.
En el año 1900, Plan sumaba más de 1.100 habitantes. Ahora son apenas 300, y solo 150 viven en Plan durante todo el año. Pese a ello, el término municipal no es de los que peor están porque -explica el joven alcalde- cuentan con una veintena de vecinos que tienen menos de 15 años. Eso sí, el panorama a futuro sigue siendo oscuro, y el declive del pasado -incluso del más reciente- lo atestigua: «Se han cerrado muchas casas porque se ha ido muriendo la gente y quedamos menos viviendo en el pueblo; la escuela ha ido a menos; la tercera parte del vecindario que habita en Plan de forma permanente tiene más de 65 años; y durante las últimas décadas se ha seguido perdiendo gente joven que ha emigrado: de mis años quedamos menos de la mitad de los que éramos de niños». Informa Roberto Pérez.
- A Sariña (Lugo), una aldea de cinco habitantes
En la orilla del Miño, Esther Teixeiro y Avelino García viven con solo tres vecinos más en una aldea de la que varias viviendas quedaron sumergidas bajo el embalse de Os Peares en 1955. «En cada casa había 7 u 8 personas y ahora estamos solos. Éramos unos ochenta y hemos quedado cinco», relata en su taller de cestería uno de los últimos supervivientes de este arte en la Ribeira Sacra, donde sobrevive viudo con 87 años y muy buen humor. En A Sariña, esta parroquia del municipio lucense de Chantada, ven cómo todos se marchan. «Aunque no sé dónde porque trabajo no hay mucho», comenta Esther, de 79 y cuyo marido acaba de sufrir un ictus: «Los viejos morimos y la gente joven no viene. La vida aquí es muy esclava. Los políticos miran a veces por tantas cosas inútiles... Tenían que mirar por esto».
Hoy toca matanza y echan mano de otros familiares, algunos de visita desde Cataluña. Así lo hacen cada invierno para poder comer doce meses. Ese, afirma, es el secreto de la longevidad de los gallegos del interior, que sobrepasan con frecuencia los cien años en muchas zonas de Orense y Lugo. En Sober, una localidad cercana, presumen de contar con más de una decena de vecinos por encima de esa edad. Bien podría llegar a ella Esther, de enorme sonrisa y ojos azules, que no se imagina fuera de A Sariña, donde mantiene un merendero que sirve comidas por encargo. «Se vive bastante porque comemos cosas sanas. De mucho trabajo, sí, pero sanas. Criamos a nuestros animales con alimentos ecológicos -señala-. Si tengo que irme a la residencia cuando sea más vieja, echaré de menos esta comida».
El menú de este mediodía es cocido y Avelino está invitado, pero está el día lluvioso y prefiere quedarse tranquilo en su casa, pocos metros más abajo. De la pared cuelga su fotografía de boda con su mujer, fallecida hace un cuarto de siglo. A su currículum de carpintero, albañil, practicante, herrero, cantero y cestero no le ha quedado más remedio que añadir el oficio de cuidador de padres y suegros y el de amo de casa. Tiene el supermercado en la despensa: pollos, conejos, miel, chorizos, castañas, naranjas, kiwis, aguacates... Todavía lamenta las dieciocho palomas que un visión le comió días atrás. Hay quien dice que elabora uno de los mejores licores de hierbas que se haya probado y sus cestas han salido para países como Francia, Italia o Estados Unidos.
La suya es una historia habitual en el noroeste español. Municipios como Parada de Sil es casi imposible que algún día vuelvan a índices demográficos normalizados. El indicador que mide cuándo existe un problema de envejecimiento sitúa esta cifra en el número 100. Este concello orensano lo multiplica por trece y la empresa que más empleo genera es la residencia de ancianos. Informan A. Coco y P. Abet.
- Villageriz (Zamora), un pueblo rico solo para jubilados
Villageriz (Zamora) es ejemplo de despoblación y envejecimiento, dos de los grandes males que azotan a Castilla y León. Tres de cada cuatro censados son mayores de 65 años y hasta el año pasado no había ni un solo niño. Por ello, han acogido como una bendición la llegada en 2015 de un matrimonio búlgaro con una niña de nueve años que se ha asentado en el municipio para atender una explotación ganadera. Gracias a ellos el autobús escolar ha vuelto a parar en el pueblo tras más de una década pasando de largo y el censo ha alcanzado el medio centenar de vecinos.
Sin embargo, durante todo el año apenas hay una treintena de personas y solo tres de ellas tienen actividad laboral. Los jubilados ven en esta nueva familia la esperanza de futuro y se vuelcan con ella, dispuestos a echar una mano en todo lo que necesiten, ya que durante el día no tienen mucho más que hacer y en invierno pasear es prácticamente su única alternativa de ocio.
Lo paradójico es que, lejos de ser un pueblo pobre, Villageriz cuenta con un maná en forma de parque eólico que reporta pingües beneficios a la localidad. Los molinos de viento dejan unos ingresos anuales de 50.000 euros en las arcas municipales. Cada vecino toca a mil euros, un dinero que hace que no haya impuestos ni tasas para los censados en el municipio pero ni con esas Villageriz logra reducir su tasa de envejecimiento, la más alta de Castilla y León con un 76% de mayores de 65 años. «El problema es que no hay nada cerca y las administraciones no ayudan mucho. Yo mismo estoy intentando empezar una pequeña actividad agrícola pero no da para vivir», asegura resignado el alcalde, Valentín Ganda. Informa Alberto Ferreras.
- La Sagrada (Salamanca) y la pérdida de toda una generación
Han transcurrido más de seis años desde que se inscribió al último recién nacido en el municipio salmantino de La Sagrada que, junto a su anejo Carrascalejo, cuenta con un censo de población que supera ligeramente el centenar de habitantes, aunque solo la mitad reside de forma habitual.
Sin embargo, la inscripción causó baja en los meses siguientes, asegura la alcaldesa Florencia Martín, quien lamenta el envejecimiento de esta localidad salmantina enclavada en pleno Campo Charro y a 44 kilómetros de Salamanca. Solo dieciocho personas están en edad de trabajar -entre los 21 y 50 años- y lo hacen en el sector agrario, ya que el resto son jubilados -el mayor tiene 92 años-. La regidora no duda en atribuir la situación de envejecimiento al accidente de tráfico -un tren arrolló el autobús en el que viajaban los escolares- que en 1978 segó la vida de dieciséis niños de La Sagrada de entre 6 y 14 años. Con este siniestro, asegura Martín, se perdió toda una generación que, sin lugar a dudas, hubiera tenido descendencia y la población no hubiera decrecido como lo ha hecho, dado que es un municipio en el que la gente no emigra.
«No tenemos los servicios de la ciudad», sostiene la alcaldesa, pero subraya que cuentan con las dotaciones básicas. Además, «el médico pasa consulta dos días por semana, el secretario está en el Ayuntamiento tres días, y los domingos y festivos viene el sacerdote». A todo ello se añade las prestaciones de la Unidad Veterinaria y del centro médico, ambos ubicados en La Fuente de San Esteban, a unos veinte kilómetros, informa Nunchi Prieto.
- La Yunta (Guadalajara), menos habitantes que en Laponia
La prensa internacional bautizaba la comarca de Molina de Aragón como la «Siberia española», un título que se repetía en publicaciones y redes sociales, alertando de que en esta zona de unos 4.000 kilómetros cuadrados, apenas viven 8.000 personas, y bajando. El famoso ratio de 1,63 personas por kilómetro cuadrado, por debajo de la densidad de población de Laponia. «Estamos en una situación muy grave de despoblación, porque hay una pérdida del 5 o el 6% anual», afirma Ángel Luis López. Este agricultor de 47 años, residente en el pequeño pueblo de La Yunta y propietario de una casa rural, calcula que el «80% de la población de la zona es mayor», y además muy longeva, aunque no inmortal. «Hay mucha gente por encima de los 95 años, pero, por ley de vida, en cinco años no estarán. Entonces, ¿qué pasará?».
Aquí llega el problema del relevo generacional. En la zona, la población masculina supera con creces a la femenina, que además tiende a irse fuera. «Si salen a estudiar a otros sitios, aquí no vuelven», afirma Ángel Luis, representante además de la agrupación 'La otra Guadalajara', que reclama atención e inversiones para la zona más despoblada de España. Además apunta a una tendencia que se acrecenta inexorablemente: la «masculinización» de la sociedad en la comarca. Algunos hombres (los menos) se han quedado para trabajar en la agricultura, pero no encuentran mujeres para formar una familia. No al menos que se quieran quedar en el pueblo. «La gran mayoría de niños que nacen son de los inmigrantes rumanos que trabajan en la construcción o los norteafricanos que trabajan como pastores».
Esta comarca empezó a perder activos allá por los años 50, cuando se empezó a emigrar a las grandes urbes de alrededor, como Guadalajara, Madrid, Cataluña o Valencia. Según los datos recopilados por 'La otra Guadalajara', de casi 33.000 personas en 1950 se ha pasado a 7.930 en 2014. Desde la posguerra, una sangría imparable afecta a la zona, que solo se recupera en parte gracias al retorno en los meses más cálidos de algunos jubilados, que dejan las grandes ciudades en las que han vivido y trabajado durante su época activa para abrazar la tranquilidad del campo. «Puede haber un 10 o un 15% de personas que vienen a pasar el verano aquí, pero no se empadronan, por lo que no cuentan a la hora de demandar servicios», comenta al respecto Ángel Luis. Informa Patricia Biosca.
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