'La solución para la despoblación pasa por entender la raíz del problema', dice el antropólogo asturiano Adolfo García
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08 de mayo de 2015 Fuente: El Comercio
'La mujer es la clave del despoblamiento en Asturias', afirma.
Adolfo García lleva cuatro décadas analizando el campo con ojos de antropólogo y ayer emitió su diagnóstico. El despoblamiento «tiene una raíz social que no se está abordando y explica por qué todos los planes para la zona rural fracasan, por más dinero y buena intención que lleven». Los pueblos asturianos se están convirtiendo así «en cementerios de población», una deriva que «es grave pero a la que aún podemos darle la vuelta». La solución pasa por «entender esa raíz del despoblamiento».
A tal empeño dedicó ayer una conferencia este profesor-tutor de la UNED y doctor por la Universidad de Oviedo. El autor de la obra 'Antropología de Asturias' defendió ante el auditorio que «la mujer es la clave de todo este proceso de despoblamiento» que sufre la región.
El relato que desplegó en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón se remontó a la década de los 60, a la casa campesina que dominaba entonces el medio rural. «La familia era la que sostenía aquella estructura social y, curiosamente, hemos comprobado que era también el elemento más frágil», explicó el profesor. «Existía una división de roles, marcada primeramente por una división generacional, con un amo y una ama, que son los abuelos, un segundo nivel que son la pareja que está en tránsito de convertirse en los amos de la casa, y luego en tercer lugar, los nietos». Todos estaban bajo el mismo techo pero existía una división de roles «en el que la mujer es la que da vida social al resto de los miembros, transmite el patrimonio cultural, la memoria familiar».
Ella es la que, al casarse, abandona su hogar para integrarse en una nueva casa «donde la nueva empieza desde cero ante el resto de mujeres, teniendo que ganarse su respeto». La vida en el campo «era dura para el hombre, pero más para la mujer».
Ante esos padecimientos, la llegada de la escuela y el auge de las ciudades renuevan las expectativas de las madres: «Van forjando en las mentes de sus hijas una nueva forma de vida, de dignidad, que resultaba inalcanzable quedándose en el medio campesino». Las matriarcas animan a sus hijas a ir a la ciudad justo cuando «las mujeres urbanas de clase media van abandonando las tareas domésticas y requieren de mano de obra que las asuma, algo que solventan con las chicas que huyen del campo».
Basta apenas una generación para modificar la estructura social de la región. Las jóvenes que dejan el campo para trabajar como asistentas en Oviedo, Gijón, Avilés y el resto de ciudades «acaban casándose con obreros, y formando con ellos un nuevo tipo de hogar familiar, en el que ya no entran las tres generaciones que se reunían en la casa campesina».
La masiva salida de las hijas
El campo asturiano pierde mujeres y paga las consecuencias. «Siempre hubo emigración desde el medio rural, pero era una salida de población excedentaria. La diferencia en los años 70 es que las madres logran sacar del campo al contingente de hijas lo que, a su vez, condena a la soltería a los hijos queallí se quedan».
El antropólogo estima que «Asturias está llena de hombres solteros que debían haberse casado en los años 80, y no pudieron hacerlo». El abandono del medio rural se perpetúa por culpa del estigma que arrastra. Aún hoy la Real Academia Española describe al campesino como alguien «silvestre, espontáneo, inculto». El profesor razonó que «el hombre tiene necesidades primarias, de alimento y vivienda, que es más fácil satisfacer en el campo que en la ciudad, pero luego requiere un reconocimiento y prestigio, que con desprecios semejantes no pueden resolver».
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