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Elsa Arnaiz, presidenta de Talento para el Futuro: «Territorio, justicia y futuro: por qué el medio rural es una cuestión de país»

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LEADER

03 de septiembre de 2025 Fuente: REDR

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El medio rural no es un espacio residual ni una postal de domingo. Es un actor central en cualquier proyecto político que se tome en serio el futuro. Frente a una globalización que ha precarizado lo común, el territorio ofrece anclajes. Frente al desencanto democrático, ofrece vínculos. Frente al colapso climático, ofrece soluciones regenerativas.

🖊️ Artículo de opinión de Elsa Arnaiz, presidenta de Talento para el Futuro.

España es un país profundamente desequilibrado. No solo en términos económicos, sino también territoriales, demográficos, digitales y políticos. En los últimos años, la idea de una “España vaciada” ha ganado visibilidad en la agenda pública, pero sigue sin traducirse en una estrategia de país a la altura del reto. Porque el medio rural no necesita conmemoraciones simbólicas: necesita derechos garantizados, inversión sostenida y reconocimiento político real.

Durante demasiado tiempo, lo rural ha sido relegado al margen del relato del progreso. La modernidad se medía en kilómetros de autovía o en antenas de 5G, no en la calidad de vida en una aldea ni en la sostenibilidad de una comunidad agrícola. Pero en el momento actual -marcado por la emergencia climática, la crisis de cuidados, el declive de la cohesión social y la fatiga democrática- las respuestas más viables a muchos de nuestros desafíos estructurales pasan precisamente por mirar hacia el territorio rural.

Allí se juega la soberanía alimentaria. La transición energética. La conservación de los ecosistemas. El reequilibrio entre centro y periferia. Y, también, el futuro de la democracia. Porque la desconexión política no solo es generacional o digital, también es territorial. La desafección crece donde se cronifica la sensación de abandono. Y el abandono institucional, en muchas zonas rurales, es estructural.

Por eso el enfoque LEADER ha sido -y debe seguir siendo- una herramienta clave. No solo por su capacidad para activar la economía local o generar empleo, sino porque devuelve al territorio la capacidad de decidir sobre su propio desarrollo. Porque activa el protagonismo ciudadano y la corresponsabilidad. Porque apuesta por un modelo horizontal, en red, adaptado a la singularidad de cada comarca, y no por soluciones estandarizadas impuestas desde un despacho central.

En estos treinta años, LEADER ha demostrado que otro modelo de desarrollo es posible. Uno que no se basa en extraer recursos y dejar atrás comunidades, sino en generar bienestar, comunidad e innovación desde lo local. Frente al monocultivo económico o la urbanización acelerada, LEADER ha permitido impulsar proyectos sostenibles, participativos y con arraigo. En un momento en el que las instituciones europeas buscan fórmulas para regenerar la confianza ciudadana, sería un error no mirar hacia estas experiencias.

Pero el modelo necesita refuerzos. Invertir en el medio rural no puede seguir entendiéndose como un gasto o una “compensación” por la lejanía. Es una inversión estratégica para construir resiliencia colectiva. Una cuestión de justicia interterritorial. De equilibrio democrático. Y también de igualdad de oportunidades.

Porque nacer en un pueblo sigue siendo, a día de hoy, una desventaja estructural. Las diferencias en el acceso a servicios públicos, conectividad, vivienda o formación digital se traducen en una desigualdad tangible. Y cuando hablamos de jóvenes, esa desigualdad se multiplica. Hoy cuesta encontrar condiciones reales para emprender, desarrollarse profesionalmente o simplemente quedarse en el entorno rural sin renunciar a derechos básicos. Y, sin embargo, cada vez más jóvenes expresan el deseo de volver, de apostar por otra forma de vida más conectada con la tierra, el tiempo y la comunidad.

Si queremos que el medio rural tenga futuro, debemos garantizar ese derecho a elegir sin penalizaciones. Eso implica invertir en transporte público, salud, educación, cultura, conectividad y vivienda. Implica facilitar el acceso a la tierra y al emprendimiento, especialmente para mujeres y jóvenes. Implica incorporar la voz de quienes viven en estos territorios en todos los niveles de decisión.

El medio rural no es un espacio residual ni una postal de domingo. Es un actor central en cualquier proyecto político que se tome en serio el futuro. Frente a una globalización que ha precarizado lo común, el territorio ofrece anclajes. Frente al desencanto democrático, ofrece vínculos. Frente al colapso climático, ofrece soluciones regenerativas.

Celebrar los 30 años de REDR no es solo mirar atrás, sino abrir nuevas preguntas hacia delante. ¿Qué modelo territorial queremos para los próximos treinta años? ¿Qué papel va a jugar el medio rural en la reconstrucción de una democracia más justa, participativa y ecológica? ¿Cómo aseguramos que lo rural deje de ser visto como problema y se afirme como alternativa?

No hay país sostenible si media España queda fuera del proyecto común. Lo rural es futuro. Pero no cualquier futuro. Uno con derechos, arraigo, innovación y comunidad. Uno donde vivir no sea un privilegio, sino una posibilidad.

Este artículo forma parte de una serie de publicaciones en las que responsables de diferentes instituciones, entidades, empresas privadas... elaboran un artículo de opinión en el que valoran estos últimos 30 años de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR). Cada semana, publicaremos un nuevo artículo. 

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