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Julio Llamazares, escritor y periodista: «Hay una España que viaja en vía estrecha a la desaparición»

07/02/2018 Área: Exclusión social Fuente: Diario de León

Entrevista de Cristina Fanjul, publicada en Diario de León.es

Se cumplen 30 años de la publicación de La lluvia amarilla, la novela sobre la despoblación que convirtió al leonés Julio Llamazares en la voz clarividente de una España que ahora se ha descubierto pero que lleva más de medio siglo vaciándose.

  • ¿Recuerdas cómo fue la génesis de la novela?

-Mira, hay dos tipos de escritores: los reflexivos y los intuitivos. Yo siempre digo que intento escribir el libro que me gustaría leer. Ahora, tantos años después. comienzo a comprender muchos de lo que he escrito, con lo que muchas personas, críticos y escritores, dicen sobre ella. Yo siempre había sentido emoción al entrar en un pueblo abandonado. Verás, decía Caro Baroja que el cambio más importante que ha tenido lugar desde el punto de vista antropológico en el mundo en los últimos cuatro mil años ha sido el paso de un mundo arcaico a uno moderno por el nacimiento de la ciudad. Siempre he pensado que esta novela se sitúa en ese paso.

  • ¿Dónde surgió la llamada de las musas?

-La literatura no tiene patria; surge de la emoción del escritor. La lluvia amarilla la situé en un espacio imaginario, pero surgió en un atardecer de 1983, durante la noche de San Juan en Sernago, un pueblo en la Sierra Pobre de Soria. había ido a hacer un reportaje sobre el ritual que realizan sus vecinos del paso sobre las brasas. En esos días realicé varios viajes y llegué a un pueblo. Atardecía y se reflejaba el sol en los tejados. Fue un momento mágico, de esos que a veces vives y que recuerdas para siempre. Aquel era un pueblo en ruinas, medio abandonado, y tuve la sensación de estar en el fin del mundo.

  • Y a partir de ese momento...

-Las novelas son como frutos que se te forman en la conciencia, un tumor emocional que un día explota y todo el contenido se vierte en una historia. Yo escribo cuando necesito escribir algo, para conmocionar, para hacer pensar a la gente. Una novela es la sensación que te queda cuando la has olvidado, así que mientras iba viajando por España se me iba generando ese fruto.

  • ¿Por dónde viajaste?

-Estaba de viaje por Soria y Guadalajara, y llegué a Huesca, un lugar en el que hay más de 300 pueblos abandonados, y decidí entonces que la novela la ambientaría allí. Era marzo de 1987, en un lugar entre Sabiñánigo y Biescas.

  • Esa novela trata sobre el abandono rural pero, en realidad, trata sobre el mismo tema alrededor del cual gira toda tu obra: la pérdida.

-Sí. Sólo se escribe de lo que se ha perdido. Lo que nos mueve es lo que recordamos o lo que perdimos. El sentimiento de pérdida es un motor importante, igual que el deseo, por ejemplo. Se escribe sobre el pasado y el futuro porque el presente no existe. Hay una obra de Gamoneda que tiene un título genial: Arden las pérdidas. Las pérdidas son brasas.

  • En un reportaje anterior de ‘Filandón' acerca de la inspiración creativa, me explicabas cómo vivías ese proceso. Recuérdamelo aquí.

Suelo tener la primera frase. En este caso fue la que cierra el libro, una frase sublime que le escuché a una señora de los Ancares. Fuimos a hacer una reportaje para El País. Lo recuerdo muy bien. Estábamos el fotógrafo del periódico; Yuma, que nos facilitó el reportaje; y yo, y estábamos a punto de abandonar un pueblo llamado Ruidelamas, cerca de Balboa. De repente nos encontramos con una señora muy mayor. Se llamaba María y vivía sola en el pueblo. Era el mes de enero y comenzaba a anochecer. Nos preguntó que cómo íbamos a irnos a esa hora, que estaba anocheciendo, y entonces fue cuando pronunció la frase: La noche es para el que es, una impactante descripción de la eternidad.

  • ¿Te encarnaste en el protagonista?

El primer actor de la novela soy yo mismo; yo voy descubriendo poco a poco lo que está por venir.

  • O sea, que sí.

Sí y no. La realidad es que una de las cosas más importantes para escribir es escuchar, saber escuchar y hacerlo mucho. Algunas de las cosas que ocurren en mis novelas son el fruto de hallazgos fortuitos.

  • Ponme un ejemplo

Hay un crítico, Rafael Conte, que dijo en una ocasión que la piedra angular de La lluvia amarilla era el momento en el que las víboras comienzan a entrar en la casa del protagonista. Pues bien, esa piedra angular se me ocurrió por casualidad. Dejé de escribir para cenar y puse la televisión. Emitían un programa sobre el río Tajo y recuerdo que estaban proyectando imágenes de la cabecera del río, en algún pueblo abandonado. Creo que era Peralejo de las Truchas. De repente, la imagen se centró precisamente en una culebra que entraba por la puerta de una casa.

  • Con tu libro ‘La lluvia amarilla' ha pasado algo muy curioso. De repente toda España la ha redescubierto gracias al fenómeno de libros como ‘La España vacía', de Sergio del Molino, y a otros más como ‘Los últimos', ‘Palabras mayores', ‘Vidas a la intemperie'...

Sí. La España vacía ha puesto nombre al fenómeno, pero la despoblación comenzó en los años sesenta. Ha pasado un poco como con la memoria histórica, que de repente se aborda un tema del que nadie estaba hablando. Yo, por aquel entonces, era poco más que un friqui.

  • ¿Cómo, un friqui?

Sí. Estábamos en plena Movida y, de repente, salgo yo con esto de la despoblación. Era algo que estaba fuera de lugar, que no casaba con el momento que vivía el país. Pero lo cierto es que tocó una fibra muy importante porque ya entonces comenzaba el éxodo a las ciudades que hoy vemos.

  • ¿Hay dos Españas?

Desde luego. Hay una España que crece y cabalga y otra que va en vía estrecha hacia su desaparición: la interior, la España menguante, que desaparece sin que a nadie parezca importarle nada.

  • El problema es que a nadie, a nadie que pueda hacer algo, parece importarle lo más mínimo.

Es que si lo piensas, es lo normal. Verás. En las últimas elecciones hubo 21 provincias que ningún candidato visitó. Si quitas a Pablo Iglesias, que estuvo en Zamora por eso de su padre, ninguno abrió ni cerró ningún acto en esas provincias. Y es que son lugares en los que cada vez hay menos gente, con lo que la diferencia se agranda más y más. Llegará un momento en el que serán totalmente irrelevantes.

  • Sin embargo, la tercera parte de la población vive en los pueblos.

¿Y qué más da? Es población envejecida. No importa demasiado.

  • ¿Cómo ves el problema en Castilla y León?

Pues una tragedia. La realidad es que no le importamos a nadie. Me lo dijo en una ocasión un ex ministro socialista. «Mira Julio, a nosotros no nos interesa ir a Castilla y León porque con ello no vamos a conseguir con ello ni un sólo voto de más», así me dijo. Al revés también se puede hacer la cuenta. Los políticos del PP no tienen necesidad de hacer nada por esta comunidad porque saben que, hagan lo que hagan, les seguirán votando...

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