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Valentín Arrieta publica 'Escuelas rurales', un trabajo de investigación arquitectónica y humana sobre los antiguos edificios educativos de Gijón

03/10/2017 Área: Eventos y Publicaciones Fuente: El Comercio

  • «El empeño de los vecinos es lo que hace que las escuelas rurales cumplan la función de sede de las asociaciones», dice el arquitecto.
  • «Con los planos de las escuelas encontré los exámenes y quejas de salarios del siglo XIX».
  • «Hay que dejar constancia del medio rural antes de que se modifique».

Artículo de Gloria Pomarada, publicado en EL COMERCIO.

«Las cifras que se forman en provecho de la educación no deben ser consideradas como gasto». Con este enunciado de 1877, plasmado en el proyecto de una escuela rural, arranca la obra de Valentín Arrieta, presentada ayer en el salón de actos de la Caja Rural. 'Escuelas rurales de Gijón. Espacios para la enseñanza en las parroquias del concejo' nace de un artículo de 2016 publicado por el arquitecto en EL COMERCIO, con el que se dio cuenta «de que el tema era interesante e iba a llegar a mucha gente. Sobre escuelas rurales había poco escrito pero mucha documentación inédita».

En la soledad del Archivo Municipal comenzó a forjarse la investigación, que llevó a Arrieta a consultar doscientos expedientes en los cuales los hallazgos técnicos fueron entretejiéndose con el valor humano de testimonios de la época. «Con los planos dibujados a mano, algunos en tela, estaban exámenes de niños del siglo XIX, documentos de los maestros quejándose de los salarios o requerimientos de los vecinos pidiendo al Ayuntamiento que construyese una escuela», explicó Arrieta. Ese factor humano oculto bajo el polvo de los viejos proyectos se convirtió en uno de los pilares de la investigación, que llevó a Arrieta hasta los restos de las escuelas parroquiales. «Gracias a las asociaciones de vecinos he podido hablar con mucha gente, en las propias escuelas, que me han relatado sus experiencias propias y aportado fotografías que han enriquecido el trabajo», agradeció.

El recorrido histórico por los antiguos espacios educativos de la zona rural parte en Carbaínos, donde en 1846 el Ayuntamiento construyó la primera escuela de la que existen registros. En las siguientes tres décadas se edifican con ayuda estatal otras siete escuelas con el mismo modelo. «Eran bastante pequeñas, los vecinos ya decían mientras las construían que los alumnos no iban a caber». Con la llegada del siglo XX el conjunto de las parroquias van dotándose de sus propias escuelas, en las que se extiende el modelo de 1894 «con dos aulas separadas y la casa del maestro en medio». Los criterios de construcción, explica Arrieta en su libro, eran los de salubridad, buena iluminación, espacio y ventilación. «Los niños de campo suelen tener mala higiene» fue la justificación a este última pauta encontrada por el arquitecto en los archivos de la época. «Este libro recoge la historia de las escuelas rurales a través de los edificios, pero es más que eso porque la arquitectura es un reflejo de la economía y la ideología», señaló Arrieta.

El estudio se alzó en el mes de mayo con el decimonoveno premio de investigación Rosario de Acuña, un impulso que, junto al respaldo de la Fundación Caja Rural, ha llevado a su publicación dentro del catálogo de patrimonio de ediciones Trea. «Es un libro de ámbito local que es interesante porque está realizado con mucho rigor, las escuelas son un patrimonio material e inmaterial porque están ligadas a la memorias de los vecinos. Servirá como referente para estudiar el tema en otros ámbitos del país», ensalzó el editor, Álvaro Díaz.

El valor técnico y humano de la obra fue precisamente el factor más destacado por los acompañantes de Arrieta en la presentación. «Es un trabajo hecho con todo lujo de detalles, con fotografías de la época que muestran cómo se han transformado y cómo hoy cumplen con otro cometido tremendamente importante, el de sedes de las asociaciones vecinales», valoró Jesús Fuentes, presidente de la Fundación Caja Rural.

Divulgar el patrimonio

A las asociaciones de la zona rural llegará precisamente el estudio este sábado, ya que Valentín Arrieta repetirá presentación entre los vecinos dentro de las jornadas de la federación Les Caseríes. «En Asturias existen 677 pueblos en los que no consta ningún habitante y 2.238 con entre uno y diez habitantes», lamentó ayer el arquitecto. Unos datos por los cuales, considera, «muchos de los pueblos desaparecerán». «Son cifras demoledoras, igual no podemos salvarlos pero estaría bien dejar constancia de su memoria, de su historia y de su patrimonio inmaterial. Cuando muere la última persona de un pueblo, se pierde parte de la tradición», indicó Arrieta, que anima a los profesionales de los distintos campos del saber a apostar por la investigación. «Todos deberíamos tener la capacidad de aprender de lo que otros han hecho y de divulgarlo a la sociedad. El arquitecto es un buen medio para divulgar el patrimonio», demandó en una jornada que coincidía con el día internacional de la disciplina.

Durante el acto de presentación de 'Escuelas rurales. Espacios para la enseñanza en las parroquias del concejo' Arrieta estuvo acompañado por Carmen Moriyón, los ediles Montserrat López y Manuel Arrieta; el alcalde de Cabranes, Gerardo Fabián; la directora del Museo de la Escuela Rural, Dolores Fabián; el presidente de la Feria de Muestras, Álvaro Muñiz y José Antonio Migoya, de la Fundación Caja Rural.

¿Cuántas horas de buceo en el Archivo Municipal supuso la preparación de este libro?

Debería medirlo más en expedientes que en horas, han sido más de doscientos los que he consultado. Lo interesante de este tema es que hay poco publicado, pero mucha documentación inédita, desde escritos de los vecinos pidiendo al Ayuntamiento que construyese escuelas porque las condiciones en las que se impartían las clases eran muy penosas a cartas de los maestros quejándose del salario y de sus condiciones de trabajo y exámenes de los niños de mediados del siglo XIX.

Las parroquias rurales no suelen ser objeto de análisis, menos aún por su arquitectura. ¿de dónde nace su interés?

El interés por el medio rural viene de un patrimonio que está poco estudiado, tenemos la labor de divulgarlo. El campo vive una situación complicada en el sentido en el que está cambiando la dinámica económica y productiva. Es conveniente dejar constancia del patrimonio que atesora y sus condiciones de vida antes de que se modifique para siempre.

La investigación parte de 1846. ¿Qué ocurre en ese año?

En ese momento tenemos constancia de la primera escuela construida como tal en Gijón. Anteriormente las escuelas estaban ubicadas en los pórticos de las iglesias, eran sitios que no reunían las condiciones necesarias. Eran escasas en tamaño, solían estar abiertas al exterior y hacía frío. He recopilado escritos de vecinos que decían que sus hijos se ponían malos por acudir a la escuela. Además eran sitios con muchas distracciones para los niños, testimonios decían que no se concentraban porque en las iglesias había oficios, bodas, funerales, etcétera.

¿Qué modelo arquitectónico se aplica a esas escuelas rurales?

No es siempre el mismo, pero los conceptos sí. Se basan en garantizar que el espacio reúna mínimas condiciones de higiene y moralidad. Por cuestiones económicas se reducen a un aula donde niños y niñas se separaban incluso con una mampara central. Cuando el modelo evoluciona y se dispone de más medios se pasa a escuelas con aulas separadas por la casa del maestro, por ejemplo en Cabueñes, Caldones, Vega y La Pedrera, que incorporan pórticos en los extremos, espacios muy necesarios porque en Asturias llueve y allí juegan los niños en los recreos.

Ha estudiado una treintena, ¿ alguna especial por su historia o diseño?

El modelo más atractivo es el que diseña el arquitecto municipal Mariano Melarde en 1894, que desde el punto de vista estético incorpora elementos más agradables, el uso del ladrillo y los pilares de fundición para los pórticos. En cuanto a historia, en Asturias era muy habitual que los indianos invirtiesen su dinero, a falta de fondos municipales, para construir las escuelas, pero en Gijón no. Es el Ayuntamiento el que tira del carro consiguiendo a veces pequeñas subvenciones estatales. Sí es cierto que los vecinos intervienen en el arrastre de materiales y el sacado de piedra de las canteras y hay algún caso puntual en el que interviene dinero de América. En Roces todo parece apuntar que se financió con dinero recaudado en Cuba.

¿Hasta qué año sobrevive ese modelo de escuela rural?

En los setenta se produce la reforma educativa y con ella y con la emigración de la gente del campo a la ciudad las antiguas escuelas rurales se cierran y se produce una concentración escolar, bien en la ciudad o en los barrios limítrofes. Es el caso de Jove o Cabueñes, donde las escuelas rurales se transforman y amplían para acoger a esas parroquias limítrofes. En el resto se abandonan.

¿En qué estado de conservación se encuentran hoy?

El estado general es bueno porque se ha intervenido en ellas, muchas parroquias en los noventa y principios de 2000, cuando ganaron el premio del Pueblo Más Guapo de Xixón, lo invirtieron en restaurar la escuela adaptándola a centro social. El Ayuntamiento también contribuyó a su mantenimiento. El empeño de los vecinos por mantenerlas es lo que hace que hoy en día cumplan la función de sede de las asociaciones.

¿Y cuáles continúan en ruina?

La escuela femenina de Roces, la de Veranes y otras menores, como Fontaciera, están en ruina. La de Rioseco, abandonada. Otras desaparecieron para siempre, como la de Vega, que se derribó para construir el consultorio médico porque justo al lado se hizo el colegio Jacinto Benavente. Aunque algunas escuelas rurales terminaron desapareciendo, en su mayoría ahí están.

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