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Un nuevo futuro para el mundo rural

24/01/2017 Área: Instituciones Públicas Fuente: aragondigital

Artículo publicado originalmente en aragondigital.es

Hablaba en mi anterior artículo ("La despoblación, por fin en la agenda política de la UE") de que hemos de movernos rápido y con planteamientos realistas para obtener medidas que funcionen, que realmente cambien las cosas y hagan que el medio rural se rejuvenezca y crezca en vez de envejecer y menguar. Si seguimos haciendo lo de siempre o, peor aún, construyendo fantásticos castillos en el aire hechos de millonadas de dinero europeo estaremos abocados a otro fracaso. Y ya no nos queda tiempo para más fracasos. No es el momento de discutir entre nosotros, ni de asegurar parcelas exclusivas, ni de usar este asunto como argumento para el oportunismo, la trifulca o el sectarismo político, asociativo, corporativo o de cualquier tipo: hemos de remar todos en la misma dirección. Hemos de centrarnos en buscar resultados para nuestras zonas más castigadas y vulnerables, de forma que las que también están empezando a arrastrar problemas similares cuenten con referentes de buenas prácticas con los que empezar a trabajar utilizando los recursos y ventajas de los que todavía disponen. Nuestra triste experiencia demuestra cómo se pueden despilfarrar millones sin obtener apenas resultados. Nuestro problema -y, por lo tanto, nuestro objetivo- no ha de ser el dinero, sino el saber utilizarlo bien para detener y revertir el proceso de desguace integral de nuestro medio rural. Y, visto el contexto financiero europeo que confrontamos, no será pidiendo dinero a capazos como conseguiremos que Europa abra la puerta a nuestras propuestas.

Pero... ¿de qué propuestas estaríamos hablando? Aún es necesario concretarlas con precisión pero, atendiendo a la experiencia de quienes han logrado hacer crecer la vida humana y la prosperidad económica en zonas que ya se daban por perdidas, deberemos empezar a pensar en desarrollar un largo y paciente trabajo con las comunidades locales; también con quienes marcharon de sus pueblos pero mantienen una vinculación y un compromiso con ellos; y, desde luego, con quienes estén donde estén muestran interés por vivir, trabajar y estar conectados con el mundo de hoy como lo harían en una ciudad pero disfrutando de un entorno de alta calidad de vida en el medio rural.

También habrá que tomarse muy en serio el apoyo a la economía social, a los proyectos comunitarios bien adaptados a las realidades del medio rural y a repensar, reformar (o crear) y potenciar agencias específicas de desarrollo para estas zonas y escuelas de emprendimiento rural. Hablamos también de la potenciación de los activos endógenos del territorio (cultura, patrimonio material e inmaterial, lengua, tradiciones, paisaje, naturaleza), de la utilización sostenible de los recursos naturales en el marco de una economía cada vez más verde, de las energías renovables, del teletrabajo, de la innovación tecnológica y su aplicación, de la creatividad en su sentido más amplio. Y, desde luego, de la transformación de los modos de vida de los pueblos, del papel de las mujeres y de los hombres en un marco de igualdad, de la priorización de la familia y de un entorno laboral y social propicio para la maternidad, la paternidad y la infancia, del estímulo a la participación y el compromiso con la propia comunidad. Y, ¿por qué no?: de un renacido sentido de orgullo rural fruto del amor propio, del gusto por las cosas bien hechas, del cariño a la tierra y a todas las personas que quieran venir a poblarla con su presencia y sus ideas.

El nuevo modelo de desarrollo rural habrá de partir del factor humano, de personas con nombres y apellidos. Las que viven en estas zonas y de las que, si hacemos bien las cosas, habrán de ir a vivir a ellas (¡aunque no lo sepan todavía!). Proyectos personales de vida que puedan contar con apoyo moral, técnico y (solo limitadamente) financiero al nuevo emprendimiento, que cuenten con un marco normativo que, tras ser necesariamente auditado y reformado, ayude en vez de entorpecer y "castigar" a quienes se atreven a emprender en las duras condiciones y con las enormes limitaciones existentes en estos territorios. Ideas, negocios y empleos que han de ser autosostenibles o no han de ser. Familias y vidas que, con el debido concurso de la acción de las administraciones públicas en la prestación de los servicios, equipamientos e infraestructuras esenciales, han de lograr que las formas de vida, las oportunidades y las comodidades en el medio rural sean en todo lo posible equiparables a las que disfrutan quienes viven en las ciudades.

Debemos ser capaces de romper con los clichés tradicionales sobre el mundo rural. Hoy día el sector agrario supone apenas un 2% del PIB de la Unión Europea: no tiene ningún sentido esperar que con tan escaso porcentaje de la riqueza se mantenga o crezca nuestra población rural. Y aunque el sector primario seguirá siendo muy importante, nuestros esfuerzos habrán de aplicarse en lograr que en el mundo rural reproduzcamos los mismos patrones económicos y sociales que rigen en el medio urbano. Los avances tecnológicos, Internet, las mejores comunicaciones, un marco normativo adaptado y una adecuada planificación en la ordenación del territorio pueden hacerlo posible. Vivir en un pueblo ya no es tan duro e ingrato como lo era antaño. Y trabajar en un pueblo y -para el resto del mundo- desde un pueblo no solo no es imposible: muchos casos demuestran que a menudo es incluso mejor que hacerlo en una ciudad. Pero esto aún no lo sabemos o no acabamos de creérnoslo por lo que romper esa barrera psicológica y cultural también habrá de formar parte de la nueva política que haya de construir un nuevo futuro para el mundo rural.

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