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El territorio de la Raya Ibérica y el turismo de frontera como nuevo producto

09/01/2017 Área: Artesanía y Turismo Fuente: Blogs ABC

La frontera entre España y Portugal (1.292 Km.) no sólo es la más antigua de Europa, sino también una de las más extensas. Es también uno de los territorios de más baja densidad y con más agudos procesos de envejecimiento a escala peninsular y de toda Europa. Esto se debe a causas históricas y a un crecimiento económico centrado en otras áreas peninsulares y europeas y que han atraído durante décadas e incluso siglos a buena parte de los habitantes de estas zonas periféricas. Las mejoras en renta y calidad de vida, en equipamientos sociales y en infraestructuras llevadas a cabo en las áreas rurales por distintas políticas públicas en las últimas décadas han resultado ya insuficientes para revertir esas negativas tendencias, por lo que continúan en una regresión demográfica que sigue descapitalizando de hombres y mujeres. La situación es ya muy preocupante y una amenaza en palabras del prof. A. Campesino (2013).

Observando el mapa de la Raya ibérica, sólo dos espacios escapan a esas características de regresión demográfica: el Baixo Miño y el vértice meridional del Bajo Guadiana, a las que se unen también, en menor medida, el eje urbano Badajoz-Elvas. El resto se está convirtiendo en un desierto humano con preocupantes bajas densidades y elevados envejecimientos.

A la luz de los indicadores estadísticos, pudiera parecer que estos territorios hayan caído en el olvido por parte de las distintas administraciones. Sin duda, lo ha sido así durante siglos cuando los territorios de la frontera ibérica eran casi un "Finisterre", un fondo de saco, pero no tanto en las últimas décadas. Así pues, habría que valorar en su justa medida las políticas públicas y la inyección de recursos financieros porque de no haberlas, las consecuencias demográficas y económicas al día de hoy serían aún más graves. Especialmente ha sido importante para las áreas rurales fronterizas, y también no fronterizas, la entrada de España y Portugal en la Unión Europea y la llegada de conocidos fondos y programas (Leader, Proder, Interreg, etc.) que han servido para crear, financiar y mantener nuevos instrumentos y estructuras para el desarrollo local y para llevar a cabo multitud de intervenciones sociales, económicas y ambientales. Y entre ese vasto conjunto de medidas y acciones aparece con fuerza el turismo rural y de interior, con todas sus variantes y tipologías, como una posibilidad de sustituir y/o compatibilizar las estructuras agropecuarias y revalorizar el patrimonio natural cultural con nuevos aprovechamientos del territorio y del tejido empresarial.

Para revalorizar estos espacios rurales, generalmente de interior, el turismo se convierte en prioritario en las políticas de actuación de las distintas administraciones y en sus diversas escalas: en los diferentes planes estratégicos del Ministerio (Plan Nacional e Integral de Turismo Rural 2012-2015, PNIT), en las planificaciones de las comunidades autonómicas y en los planes estratégicos de desarrollo rural y local de municipios, comarcas y diputaciones provinciales.

A su vez, las acciones financiadas con fondos comunitarios en los referidos programas han sido acaparadas especialmente por el turismo rural, bien directamente mediante la cofinanciación para el establecimiento de empresas y servicios turísticos e indirectamente por la inversión en la mejora de la accesibilidad fronteriza y la recuperación, revalorización y promoción de distintos recursos ambientales y del patrimonio histórico-cultural.

La consecuencia ha sido un aumento palpable de la oferta turística en todas las áreas rurales de la península, situación a la que la Raya ibérica no es ajena y donde destaca la oferta de turismo rural de provincias como Cáceres y Salamanca.

Con este marco de nuevas demandas e incentivos financieros todos los territorios rurales, en su mayoría de baja densidad demográfica, se han afanado por apuntarse a la promoción del turismo rural y sus distintos productos turísticos. Todos quieren hacer valer sus recursos culturales y naturales para atraer al viajero y al turista. Pero en esta carrera especialmente han ganado en sus propósitos territorios ligados a espacios naturales y de fácil accesibilidad a los entornos urbanos. De esta manera, frente a la casi congestión turística de espacios consolidados como los Pirineos, las Sierras de Madrid, Gredos, Covadonga, la montaña cántabra, Cazorla o Grazalema, son muchos los espacios rurales que sólo podrían considerarse como emergentes en esto del turismo rural. Es el caso de buena parte de la Raya.

Es éste un espacio muy desconocido que, frente a largos episodios de enfrentamientos violentos entre reinos y estados, y que ha sido también culpable del referido problema de despoblación, cuenta con un sobresaliente legado histórico, cultural y natural que, sin duda, es su principal atractivo para desarrollar algo más su actividad turística y de acicate para distintos segmentos económicos y laborales.

Al unísono de los típicos productos turísticos que se pueden desarrollar en estos territorios rayanos y de interior, también podría afianzarse uno nuevo que ha dado en llamarse "turismo fronterizo".

Este nuevo concepto es trasversal y se solapa y alimenta de otros segmentos y productos turísticos (rural, ecoturismo, agroturismo, etc.). Sin embargo, es la presencia de la frontera el verdadero eje de conexión entre espacios, actividades y recursos surgidos en su entorno. Por definición, es un espacio de marcado carácter lineal, casi una ruta que transcurre de forma paralela a la línea política, cruzando a veces a un lado u otro de la frontera, en busca de su patrimonio, engarzando sus recursos: monumentos, gastronomía, paisaje, prácticas deportivas, etc. La frontera se convierte así no sólo en el motivo principal para el visitante, sino que se configura como una estructura capaz de dar sentido a un itinerario turístico. En cierto modo podría actuar de forma análoga a otros muchos y conocidos itinerarios o rutas turístico-culturales que se han configurado por todo el mundo: rutas monumentales, caminos históricos, rutas de peregrinación, etc., pero con la peculiaridad de ser, en realidad, una barrera política e histórica impuesta de forma artificial y que, de hecho, ha dificultado su recorrido de forma lineal y transversal, al contrario de lo que sucede en los casos anteriores. Una barrera de siglos que sólo en los últimos años se permeabiliza para el tránsito masivo de personas. Un territorio ya casi plenamente conectado donde el turista puede dormir en Portugal e ir a comer a España, o viceversa, sin que le supongan horas de viaje y rodeos.

De momento, sólo unos pocos de investigadores (Proyecto TURFRONT, liderado por el prof. Antonio Campesino) batallan por "oficializar" esta tipología o producto de turismo de frontera con el firme propósito de que sea asumido por las diferentes políticas y programas turísticos autonómicos. Esta denominación, como tal englobaría a los movimientos de turistas y viajeros y a los productos turísticos que se apoyan como hilo conductor en la frontera, al margen de otros diversos productos y recursos naturales y patrimoniales de ese mismo territorio. Se quiere sobre todo que sirva de acicate para la recuperación y revalorización de sus patrimonios naturales y culturales y su proyección en las débiles economías locales.

No es fácil consolidar este nuevo concepto en un sector tan competitivo y, sobre todo, desde unos territorios de bajas densidades, tradicionalmente marginales y marginalizados y, por tanto, con escasa capacidad para influir sobre los grandes grupos empresariales turísticos y de insertarse en las rutas de los turoperadores.

No obstante, los resultados de revalorizar este nuevo producto turístico se están sintiendo favorablemente en Extremadura y Castilla-León. También en Galicia-Norte de Portugal se afianza los estudios de inventario y promoción de itinerarios turísticos fronterizos. Pero no es de igual manera para el caso la frontera andaluza (que es decir onubense) con Portugal, donde esta tipología no aparece en las planificaciones turísticas, soslayada por otras tipologías e itinerarios turísticos en la extensa Comunidad autónoma de Andalucía.

El carácter trasversal de esta tipología turística conlleva además que no se mida estadísticamente. En cualquier caso, es lo menos importante por ahora. Lo esencial es que estos espacios de la frontera ibérica refuercen su actividad turística y económica aprovechando esa sobresaliente despensa de elementos patrimoniales que el medio físico y la historia les han dado y que frene y quiebre su preocupante demografía.

Por tanto, desde aquí reivindicamos la potenciación de esta tipología y para estos espacios geográficos de frontera.

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