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Carreteras Secundarias (IV). En tierras de Ourense, con el veterinario Carlos Rodríguez

15/06/2010 Área: Carreteras secundarias Fuente: La Razón / REDR

Aunque mi llegada al mundo se produjo en Madrid, mi corporal y rojo líquido elemento desprende las más puras características de un gallego «de pura cepa». En la actualidad, por mi «tranquilo y desasosegado» estilo de vida, no me es posible acudir al norte tanto como quisiera, pero cada vez que encuentro una excusa, el destino es claro: Las Ermitas. Este encantador pueblo está situado en Orense, en el concello del Bolo, a medio camino entre La Gudiña y La Rúa. El enclave, por si mismo, destila belleza por cada piedra, cada cepa, cada arbusto y castaño... y como un maravilloso regalo, en el centro de la explosión natural, el Santuario.

Cuando te sumerges en la carretera/camino que te dirige a la población, surcando sus meandros de rústico asfalto, en un punto concreto de la bajada, tus ojos se abrirán hasta el máximo que los párpados y las pupilas, por su natural fisiología, permitan. La imagen parece irreal, de cuento... un majestuoso santuario de arquitectura barroca, en un lugar poco frecuente para estas sagradas construcciones... ¡¡la ladera de una montaña!! la mayoría coronan montañas y son visibles desde largas distancias.
Se da prácticamente por seguro que el nombre del santuario y la población se debe a que aquel majestuoso paraje fue habitado por contemplativos anacoretas que se instalaban a lo largo de la frondosa orilla del río Bibei.

En un manuscrito del archivo del Santuario se nos narra la leyenda sobre la aparición de la imagen de la virgen, sobre cómo la vida religiosa en el lugar se inició en el siglo VII, posiblemente gracias a los desvelos de San Fructuoso.

El santuario, al que muchos conocen como «el pequeño Santiago de Compostela», necesita una profunda restauración... las abundantes aguas que caen en la zona «lavan» los cimientos, lo que provoca un grave y persistente deterioro. Éste es el que ahora considero mi pueblo, mi ermita, un lugar para perderse, para sentirse un anacoreta alejado del loco mundo que nos rodea...

A la hora de comer y alojarse, el mejor sitio es la Hospedería A Dormiñona, que está en el mismo pueblo. La gastronomía ineludible pasa por la carne de la comarca y productos de la tierra, como patatas, grelos. Y por supuesto, matanza casera.

Si tienen oportunidad, acérquense... notarán cómo, sin quererlo, la paz les inunda...
 

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