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Jóvenes: el tesoro más cuidado del pueblo más pequeño de Málaga

08/05/2018 Área: Jóvenes Fuente: Diario SUR

  • «Lo que peor llevamos es la falta de autobuses: sólo pasa uno a las ocho de la mañana hacia Ronda», Rocío del Río, estudiante, 21 años.
  • «Las administraciones deben fomentar el emprendimiento para que los jóvenes se queden», Lorena Peña, dinamizadora juvenil.
  • NOTICIA RELACIONADA: Los pueblos de Málaga se quedan sin relevo.

Artículo de Nuria Triguero, publicado en Diario SUR.

Dos bares y una panadería: ésa es toda la oferta comercial que reúne AtajateEl colegio acoge 11 niños, que comparten clase. Los maestros son compartidos con otros dos municipios, Benadalid y Benalauría. No hay instituto: para estudiar secundaria hay que irse a Cortes de la Frontera o Ronda. El autobús a Ronda sale a las ocho de la mañana y vuelve a las dos del mediodía: por las tardes, los fines de semana y los festivos no hay transporte público. El médico viene tres días a la semana y la única sucursal bancaria cerró hace un tiempo. La vida en el municipio más pequeño de la provincia de Málaga -167 habitantes, según el Padrón de 2017- tiene limitaciones que pueden parecer insalvables a un urbanita, pero sus habitantes disfrutan a cambio de otras ventajas. Tranquilidad, calidad de vida, contacto con la Naturaleza, limpieza, alimentos de 'kilómetro cero', relaciones cercanas entre los vecinos, vivienda asequible...

También los jóvenes de este pueblo encajado en el valle del Genal aprecian estas cualidades de la vida rural, aunque tienen sus quejas, encabezadas por la falta de transporte público y de tiendas. Cara al futuro les gustaría seguir vinculados a su pueblo, pero asumen que acabarán yéndose por falta de oportunidades laborales. Atajate tiene 37 vecinos menores de 30 años empadronados. En números absolutos es el municipio con menos gente joven de la provincia, pero en términos relativos no sale tan mal parado: es un 22% de su población total, por debajo de la media provincial (32%), pero mejor que pueblos como Alpandeire, Comares o Sedella que tienen menos del 20%. Además, el número de jóvenes ha aumentado en los últimos diez años; algo para celebrar teniendo en cuenta la tendencia generalizada del valle del Genal.

os niños y los jóvenes son el tesoro mejor cuidado de Atajate. El Ayuntamiento, con sus modestos recursos, tiene contratada a una dinamizadora juvenil y cultural, Lorena Peña, que está volcada en este colectivo: les ayuda a estudiar, trabaja con ellos en aspectos como la educación sexual y afectiva y organiza actividades lúdicas, deportivas, culturales y de voluntariado. «Mi misión es doble: que se diviertan, sí, pero también que conozcan otras realidades y estén al día de lo que ocurre en la sociedad», apunta.

En el pueblo hay 19 jóvenes de entre 16 y 30 años que conforman la pandilla con la que trabaja Lorena. Dos están estudiando en la Universidad de Málaga y vuelven a casa cada dos o tres fines de semana, para reponer 'tuppers' y ver a la familia y los amigos. Otros estudian bachillerato o FP en los institutos de Cortes y Ronda, unos cuantos trabajan en localidades cercanas y hay también quien ni estudia ni trabaja, de momento. Pese a su amplio rango de edad, son una piña: como para dividirse, siendo tan pocos. La dinamizadora les convoca varias veces a la semana: los martes para el refuerzo educativo, los viernes por la noche se juntan para cenar y charlar en el Punto Joven -un local con televisión, videoconsolas, libros y juegos de mesa que el Consistorio pone a su disposición de forma gratuita- y los sábados siempre hay alguna actividad: senderismo, excursiones a ciudades andaluzas, charlas, actividades de voluntariado...

Rocío del Río, de 21 años, es relativamente nueva en Atajate -se mudó hace tres años desde San Pedro Alcántara- y puede comparar la vida en ambos mundos. «Los que son de aquí lo dan por hecho, pero eso de tener gimnasio gratis, la piscina por un euro, un sitio como el Punto Joven y actividades todos los fines de semana no lo tienen en otros sitios», reflexiona. Eso sí, coincide con sus vecinos en el principal problema de vivir en este pueblo: la falta de transporte público. «Si no tienes coche y necesitas ir a Ronda a comprar algo por la tarde, dependes tus padres», se quejan. Huelga decir que el objetivo número 1 de todos los chavales es sacarse el carné de conducir en cuanto cumplen los 18.

Apego a las raíces

Cuando se les pregunta si se ven en el futuro en el pueblo, contestan al unísono: «¡Nooo!» La razón es obvia: «No hay trabajo». Luego vienen los matices. «Si encuentro trabajo en Ronda, seguiría viviendo aquí», dice Rocío. «Sí me gustaría tener una casa aquí y venir los fines de semana y en vacaciones», apunta Antonio García, estudiante de Derecho. Varios de sus amigos asienten. «Yo vendría sólo para la Fiesta del Mosto y la Feria», bromea Sandra Carrasco. Pero se ponen serios al pensar en que el pueblo se quede sin gente. «Nos da mucha pena. Nos acordamos de cuando éramos pequeños y había mucha más vida», apuntan.

Para Lorena Peña, las administraciones supramunicipales deberían tomar cartas en el asunto para evitar que los jóvenes tengan que marcharse por falta de oportunidades. Según ella, el emprendimiento podría ser la vía. «Hay que brindarles formación y ayudas e identificar oportunidades, que las hay, por ejemplo en el turismo activo», opina. En la pandilla de Atajate ninguno se ha planteado montar un negocio salvo David Sánchez, el mayor del grupo con 30 años, que pensó en montar una empresa de reparaciones informáticas que diera servicio a todo el valle del Genal, pero se dio cuenta de que era «inviable» porque «todo pasa siempre en Ronda».

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