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Shalini Arias, directora de comunicación de Ashoka: «En los espacios rurales hay mucho más sentimiento de colectividad frente al individualismo»

21/12/2022 Área: Desarrollo rural Fuente: REDR

REDR entrevista a Shalini Arias, antropóloga y responsable de comunicación y marketing en España y Portugal de la Fundación Ashoka, una entidad que impulsa la innovación y el emprendimiento social.

  

  • ¿Crees que facilitar la llegada de personas migrantes a áreas rurales puede ser una solución para combatir la despoblación? ¿Y cómo debería producirse ese intercambio?

  

Rotundamente la respuesta es sí, pero creo que no únicamente la migración a las áreas rurales trae beneficios para aquellas zonas despobladas en términos de "vamos a repoblar y traemos vida", sino que, también en términos económicos aporta muchísimo. Hace unos años fuimos a la llamada Laponia Española, una de las zonas más despobladas de España, a investigar, porque se hablaba mucho de aquellos espacios, de pueblos, de migrantes y demás, y muchas veces parece que ese concepto se mete un poco con calzador. Zona rural, no hay gente, vamos a meter aquí a estas personas migrantes y vamos a ver qué ocurre. Un poco con esta sensación nos acercamos, y te das cuenta del tejido asociativo que se genera: en el pueblo en el que nosotros estuvimos había 22 nacionalidades. Hablabas con los locales y quizá, en un principio, su idea de ese estereotipo de persona migrante que solía haber en el imaginario colectivo, de repente desaparecía completamente, porque tienes la cercanía, conoces a la persona, tienes relaciones mucho más estrechas y es también una manera de incentivar esos espacios y devolverles la vida. Me refiero a que traes gente que es mucho más joven que la media, que tiene ganas de trabajar y de integrarse e incluso los procesos de integración son completamente distintos, porque las personas migrantes empiezan a tener nombre, apellidos, muchas veces es más fácil insertarse en el mercado laboral en espacios más pequeños y más rurales, tener familia, que eso también ayuda al tema de la despoblación y al índice de natalidad que tenemos en España... Sí, desde luego, diría que la migración es la solución en muchos aspectos.

  • ¿Son los pueblos espacios integradores? ¿Cómo fue tu propia experiencia viviendo en una ciudad pequeña como Valdepeñas (Ciudad Real)?

  

Yo creo que, para sorpresa de todo el mundo -y supongo que, porque el cine y la literatura, han generado mucho sesgo en torno a lo rural, a esa idea de que se vive en el pasado y, por ello, seguramente cualquier actor exógeno al entorno desestabiliza todo-, creo que se produce todo lo contrario. En los espacios rurales hay mucho más sentimiento de colectividad frente al individualismo que normalmente impera en las grandes ciudades, y creo que esa sensación de formar parte de un colectivo es también lo que permite abrazar ese cambio de una manera mucho más paulatina y sosegada. Cuando en los espacios rurales aparece la migración, es mucho más permeable ese cambio y esa aceptación frente a una gran ciudad donde encima ni siquiera existen los recursos ni tienes una red de apoyo para las personas migrantes. En mi caso, fue completamente eso, siempre lo he dicho: en mi pueblo -al que llamo así, aunque sea una ciudad pequeña- no sentí discriminación. Obviamente, a lo mejor situaciones de microrracismo, de las que no somos conscientes, porque al final todos vivimos aculturados en este sistema y es lo que hay, pero nunca hubo discriminación, siempre me sentí integrada, nunca hubo una segregación ni nada por el estilo. Creo que también el hecho de que uno de los motores de mi región sea la agricultura y, por tanto, estemos en constante contacto con personas migrantes -ya sea por estaciones o que vienen a trabajar una temporada y luego se encuentran a gusto y deciden quedarse más tiempo y establecerse-, ha permitido que se vea la emigración de otra manera y que se vaya asimilando poco a poco. Esto lo permite una ciudad pequeña o un pueblo. Si mi situación hubiera sido venir a Madrid, habría sido completamente distinta, aunque se suela pensar lo contrario. Madrid es la capital, mucho más cosmopolita... y, literalmente, mi primer caso de xenofobia y racismo lo viví a los 17 años viniendo a Madrid, cuando vine a estudiar la carrera, y fue una sensación muy rara, de "cómo es posible" cuando debería ser justo lo opuesto: una ciudad que tiene que estar abierta, en contacto con otras culturas, ese rollo internacional que muchas veces no deja de ser una burbuja no ayuda.

  • ¿En qué estado se encuentra el emprendimiento social en España? ¿Ha mejorado respecto a décadas anteriores?

  

Como diagnóstico rápido diría que ha evolucionado mucho el contexto de la innovación social a nivel nacional y, sobre todo, en los puntos donde se genera esa innovación. Venimos de trayectorias de años en los que pensábamos que la innovación social ocurría solo en los núcleos urbanos o las grandes metrópolis y, seguramente, cuando seleccionábamos perfiles desde Ashoka, el perfil era mucho más de una persona de ciudad. De repente, te das cuenta de que el ecosistema va evolucionando y permeando en diferentes capas de la sociedad. Este año, por ejemplo, uno de nuestros nuevos emprendedores sociales, que además es sénior (lo que significa que ya se ha pasado el juego de la innovación social), es un pastor de una zona rural. Esto es algo que muchas veces rompe esquemas, porque mucha gente no sabe dónde se va a encontrar innovación social en el pastoreo. Precisamente esta actividad es una de las que se pueden llevar a cabo para luchar contra el cambio climático, porque llevan toda la vida haciéndolo, y generando un cambio sistémico, que es lo que buscamos en Ashoka. La realidad que vemos no encaja con las ideas preconcebidas sobre que la innovación viene de la gran ciudad. Muchos de nuestros emprendedores sociales no están en ciudades. Es más, cuando les preguntas cómo ha sido su trayectoria y su camino como emprendedor social, muchos han necesitado precisamente huir de las ciudades y encontrar otros espacios, más pequeños, más en contacto con la naturaleza y la comunidad y con comunidades mucho más cerradas de lo que se podría pensar, para realmente innovar: alejarse del ruido para tener otra perspectiva.

  • ¿Crees que poner en marcha tu propio proyecto emprendedor puede ser una buena forma de empoderamiento? ¿En el caso de las mujeres rurales, aún más?

  

Creo que sí. Cuando alguien es emprendedor, es algo que le toca muy de cerca. Esa idea de ir a por todas. Obviamente hay un proceso identitario y de crecimiento personal, de repente te das cuenta de que tienes agencialidad, "soy capaz de transformar", darme cuenta de que tengo un potencial de cambiar las cosas, ya sea en mi círculo más cercano o a otros niveles de impacto. En el momento en el que decides ser emprendedor social, es cuando te das cuenta de que tienes esa capacidad. Es una muy buena manera de poder empoderarte. En cuanto a la figura de la mujer rural, creo que hay que desmitificarla un poco. Pero no necesita ser desmitificada por la mujer de la gran ciudad que va y exotiza todo, cae en esa sensación romántica de poner ideas en sus cabezas... No, dejemos que las mujeres rurales hablen por sí mismas y sean ellas las que decidan la manera en la que quieren empoderarse, porque es su realidad y ellas mismas sabrán la mejor forma de atajar las problemáticas que se encuentran y qué soluciones les quieren dar. Porque esa es la idea, analizar el problema y ver qué soluciones quieres ofrecer, de ahí viene la innovación social, no únicamente por el problema sino por la solución que das.

  • Como sociedad, ¿estamos siendo justos con la juventud? ¿Escuchamos verdaderamente sus necesidades?

  

Creo que no. Hace dos años, en el proyecto "El futuro es ahora" que desarrollamos junto a Playground, nos hicimos esa pregunta. Soy parte de la generación que ha escuchado toda su vida que daba igual que hiciera una carrera universitaria porque no iba a conseguir nada. Habíamos vivido ya la crisis de 2008, yo estaba entrando en el instituto y pensaba literalmente que no iba a haber futuro para mí. No estoy de acuerdo con esa "falsa" cultura del esfuerzo que dice que solo podrás labrarte tu camino si lo consigues y ni si te ocurra rechazar ninguna oportunidad (muchas veces habría que repensar qué son esas oportunidades que se nos ofrecen a los jóvenes). Cuando llegó la pandemia dije guau, voy a ser de esa generación a la que le tocan todos los bandazos, no va a haber nada nuevo, ni bueno, y era esa sensación de "vamos a ver qué ocurre". Pero, ¿qué necesita la juventud? Porque está toda esa narrativa de "los jóvenes no quieren trabajar", "a los jóvenes no les preocupa esto" ... ¿es realmente así? Con este proyecto nos sorprendimos porque, además, normalmente, cuando se hacen encuestas demoscópicas se hacen en núcleos más grandes, porque es lo más fácil y asequible, lanzarlo en Madrid, Barcelona o Bilbao, y obtener una muestra representativa. Por primera vez, nos encontramos con varios miles de respuestas de todos los espacios, rurales, grandes metrópolis, diferentes edades, etnias y, sobre todo, diferentes niveles económicos. Te dabas cuenta de que los jóvenes no únicamente identificaban las problemáticas a afrontar, sino que, además, tenían propuestas y soluciones muy claras. Por tanto, se producía una disonancia cognitiva que te lleva a plantearte cómo los medios de comunicación, los políticos... siguen utilizando un relato que ya está roto, está vacío. ¿Cuántas organizaciones juveniles hay? Muchísimas. Si los jóvenes no tuviesen ganas de agruparse, de luchar por sus derechos, de realmente tener voz en este futuro que les va a tocar habitar, no se produciría esta situación.

  • ¿Crees que hacemos lo suficiente -Gobierno, administraciones, instituciones- para impulsar el emprendimiento social? ¿Qué mensaje lanzarías a esos jóvenes que dudan sobre si su proyecto puede tener un verdadero impacto en la sociedad? ¿Se puede cambiar el mundo, aunque solo sea un poquito, gracias al emprendimiento social?

  

Creo que es importante diferenciar los procedimientos que tiene cada actor que forma parte del sistema. Las instituciones son lentas, también entiendo que esos mecanismos necesiten ser lentos, por muchas cuestiones, ya que sustentan muchos pilares de nuestra sociedad que no pueden estar tambaleándose constantemente. Creo que el ejercicio que tenemos que hacer la juventud es: uno, entender que hay ciertas partes del sistema que tienen otros ritmos, pero que eso no nos desaliente, lo importante es encontrar qué causa queremos defender, qué nos toca realmente a cada uno de nosotros. Esta idea de "soy el activista perfecto", que toca todos los cambios, no puede ser. Y no puede ser porque esa situación genera frustración y angustia. Elijamos la causa que nos llena, que nos toca de una manera personal y centrémonos en esa. Y, sobre todo, que no nos importen los números, no debemos agobiarnos con el impacto: el potencial de cambio está simplemente en hacerlo en nuestra comunidad cercana. El hecho de, en un momento dado, que tu familia cambie una perspectiva, o que en tu grupo de amigos seas capaz de convencerles en algo en lo que realmente crees... es algo maravilloso. Mi call to action por decirlo así es "démonos la oportunidad de imaginar y repensar el futuro". Es lo que nos toca, pensemos en el emprendimiento social como una inversión en nosotros mismos, en una inversión como sociedad. Me estoy dando la oportunidad de repensar cómo quiero que sea el futuro que me va a tocar vivir.

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