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Cuando los jóvenes dejan la ciudad por el pueblo

20/05/2019 Área: Desarrollo rural Fuente: El Mundo

  • Secundino Caso, presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR), que aglutina a 180 grupos de acción local, se muestra partidario de «apartar esa visión bucólica e idílica que se fabrica en el mundo urbano. Hay que estar preparado para los silencios y el choque cultural y social que te encuentras. Los pueblos son un lugar de oportunidades, pero el que venga debe dejar la mentalidad urbana en la ciudad porque entras en contacto con la gente y los tiempos son más lentos. Paradójicamente, cuando vives en tu piso en el centro de Madrid no conoces ni a los vecinos. Aquí se comparte el espacio y la vida, y eso exige una adaptación».
  • La despoblación se metió en la campaña de las generales y es capital en la mitad de los 8.131 municipios que eligen ahora a sus alcaldes. Hay muchos problemas, pero también algunos valientes que desafían las carencias de infraestructuras y de vivienda y lanzan iniciativas para convertir la España vaciada en la España repoblada.

Reportaje de Raúl Conde, publicado en El Mundo.

A media tarde de un día laborable, por la carretera que atraviesa Orea, un pequeño y recoleto pueblo enclavado en el corazón del Parque Natural del Alto Tajo, a caballo de Guadalajara y Teruel, cruza un camión de ganado y otro de materiales de construcción, mientras un grupo de ancianos apura el día sentado en un banco a la solana. Situado a 1.497 metros, Orea es el pueblo más alto de Guadalajara. La primavera tiñe de verde los campos y la sierra del Tremedaldescansa a los pies de la terraza desde la que charlan varios jóvenes que decidieron abandonar la ciudad para marcharse a vivir al pueblo.

Pablo Martínez, 19 años, nació en Cabañas de Ebro, al lado de Ejea de los Caballeros (Zaragoza). Después de obtener el grado medio de forestal, recaló en Orea hace más de un mes para trabajar en una explotación ganadera de vacas: «No entiendo la gente que dice que el pueblo es aburrido. ¡Si no hay tiempo para aburrirse!».

«Me gusta porque puedes saludar a todo el mundo y no hay atascos. Creo que el interés por la despoblación es una moda política que se pasará después de las elecciones», advierte por su parte Pilar Gasca, de 30 años, dueña de la única peluquería de Checa (Guadalajara).

Rodrigo Calvo, después de cursar Empresariales en la Universidad de Alcalá, cambió Guadalajara hace un año para irse a vivir a su pueblo. No se arrepiente. Dirige el hotel rural El Portón de la Sierra, un negocio familiar. «Sin internet -asegura- no me hubiera venido. No sólo por una necesidad personal, sino por trabajo. El programa de reservas del hotel lo tengo en la nube. Aquí no tenemos cable, pero Movistar nos ha instalado el sistema de radio-internet. El wifi funciona con el 4G de la cobertura de telefonía móvil. En otros pueblos vecinos hay ADSL. Veo Netflix y juego a la Play con los amigos que viven en la ciudad», explica.

Precisamente, la conexión de internet es lo que ha llevado a Jaime Herranz, 29 años, a montar un comercio on line para vender productos de la zona, sobre todo jamón, aceites del Bajo Aragón y embutidos de caza. Lo que da la tierra. Antes había estudiado en Segorbe (Castellón)Valencia y Barcelona. Cuando acabó un máster de ingeniería mecánica se marchó de Madrid a Zaragoza con una estancia temporal en Irlanda. «Tenía empleo fijo y buen sueldo, pero un día me levanté por la mañana y me dije: me voy de aquí, que no pinto nada».

Orea ha logrado atraer a 30 habitantes durante los últimos tres años. Es una cifra notable teniendo en cuenta que su censo, según el INE, alcanza los 177 habitantes. Hace dos décadas rozaba los 300. Aún hoy, pese a la retórica política sobre la despoblación y la puesta en marcha de planes específicos en varias autonomías, persisten déficits históricos como la merma de infraestructuras, la excesiva burocracia, la escasez de vivienda (de hecho, no hay mercado ni de compraventa ni apenas de alquiler), el cierre de oficinas bancarias o las fronteras que levantan las propias comunidades autónomas. «La empresa de logística con la que va a trabajar mi empresa -explica Herranz- no hace la recogida hasta Orea porque sólo funciona en Aragón. Para que recojan los envíos tengo que desplazarme hasta Orihuela del Tremedal, en Teruel».

El hartazgo de la España interior ha provocado la irrupción de la despoblación en la primera línea política y mediática. Lo ha hecho sin una estrategia unificada e incurriendo en aquello que la poeta María Sánchez denomina «periodismo sepulturero» en su ensayo Tierra de mujeres (Seix Barral). Periodismo sepulturero es el que abusa de las estadísticas terroríficas -la Laponia del sur o la Siberia de España son algunos de los latiguillos frecuentes- o el que se acerca al medio rural con una visión entre compasiva y estereotipada.

Los datos que radiografían la España vaciada son, en todo caso, sangrantes. Según la Comisionada para el Reto Demográfico, el 10% de la población española (4,6 millones de personas) reside en el 70% del territorio, con una densidad media que frisa los 14 habitantes por kilómetro cuadrado. En 4.800 municipios, más de la mitad, el índice de envejecimiento supera ya los dos mayores por cada menor de 15 años, lo que se suma a la elevada masculinización del censo. Los informes de Pilar Burillo, investigadora del Instituto Serranía Celtibérica, acreditan que el 5% de la población española vive en el 54% del territorio. Esta extensión abarca 4.375 localidades, precisamente el 54% de los 8.131 municipios españoles que el 26-M eligen a sus alcaldes.

El Gobierno aprobó en vísperas de las elecciones generales las directrices generales de la Estrategia Nacional para el Reto Demográfico. Un documento compuesto por 80 ideas vaporosas que ahora deben limar las comunidades autónomas. A ello se añade la reciente decisión del Parlamento Europeode destinar un 5% de los fondos de cohesión para paliar la despoblación, lo que abre una ventana inédita para el campo español.

Todas las formaciones políticas aprovechan la campaña de las autonómicas y municipales para hacer hincapié en la España vaciada, después de la multitudinaria manifestación del pasado 31 de marzo, en Madrid, respaldada por más de 80 plataformas. Tras su última reunión en La Moncloa, Albert Rivera propuso a Pedro Sánchez un pacto de Estado en la materia. «Con la mitad de un país vacío no hay oportunidades para la mitad de la población», aseguró en Ávila el presidente de Ciudadanos, de la mano de un paquete de medidas de rebaja fiscal para los municipios de menos de 5.000 habitantes.

«Introducir el tema en la agenda política ha significado un avance importante. Lo que no se debate, no existe. Ahora falta pasar a los hechos», sostiene Luis Antonio Sáez, director de la cátedra de Despoblación de la Universidad de Zaragoza. «La agenda territorial en España tenía dos ejes: el autonómico, estructurado a través de los servicios pero sin una estrategia global, y el que atañe a la cohesión social. Ortega y Gassethablaba de la desvertebración territorial, pero también social».

Ante la falta de concreción de las administraciones, varias entidades han lanzado iniciativas de repoblación. Son voluntaristas y tienen efectos limitados, pero cada vez surgen más. Sobresalen los programas Abraza la Tierra, el más veterano de todos, y el de Nuevos Senderos, orientado a facilitar la integración de población inmigrante; el plan de los vecinos de El Velosillo (Segovia) destinado a revitalizar este pueblo con la creación de un fondo de capital riesgo de 200.000 euros para atraer a empresas; la iniciativa Revitando, dirigida a la Sierra de Ayllón, en Guadalajara; o el proyecto de desarrollo rural Empenta Artieda, que impulsa la llegada de nuevos pobladores a la comarca aragonesa de la Jacetania. El objetivo común en estas iniciativas es fijar población, aunque adolecen de una coordinación estatal.

Uno de los motores de este movimiento se localiza en El Hueco de Soria, un espacio de emprendimiento que abandera un mensaje de resiliencia vinculado a un modelo económico que desdeña la agricultura intensiva para abrazar la protección ecológica y la transformación tecnológica. Joaquín Alcalde, coordinador de El Hueco y director de Presura (Feria Nacional para la Repoblación de la España Vacía), confirma que «hay una tendencia incipiente pero creciente por venir a vivir a zonas rurales de gente joven de origen urbano».

El Hueco ampara el trabajo desarrollado por el G-100, un grupo formado por 50 hombres y 50 mujeres de todo el país que aspiran a articular una «nueva ruralidad». Según Alcalde, «nunca como en las últimas décadas ha habido más dinero para desarrollo regional, pero el modelo es tan perverso que se ha seguido expulsando a la gente del campo». Entre las 12 propuestas presentadas hace un mes figuran la de crear el portal inmobiliario Ruralista; un banco de «espacios en desuso» orientado al arte, la cultura y el deporte; o un Uber rural, una plataforma informática que, una vez instalada en el teléfono móvil o la tableta, conectará pasajeros, paquetería o servicios en tiempo real.

Secundino Caso, presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR), que aglutina a 180 grupos de acción local, se muestra partidario de «apartar esa visión bucólica e idílica que se fabrica en el mundo urbano. Hay que estar preparado para los silencios y el choque cultural y social que te encuentras. Los pueblos son un lugar de oportunidades, pero el que venga debe dejar la mentalidad urbana en la ciudad porque entras en contacto con la gente y los tiempos son más lentos. Paradójicamente, cuando vives en tu piso en el centro de Madrid no conoces ni a los vecinos. Aquí se comparte el espacio y la vida, y eso exige una adaptación».

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