Saltar navegación. Ir directamente al contenido principal

Está usted en:
  1. Actualidad
  2. Noticias
Bookmark and Share

Noticias

«Salgo, miro el hayedo y eso lo compensa todo»: varios escritores leoneses encuentran en el medio rural el escenario idóneo para la creación

02/11/2016 Área: Patrimonio Fuente: Diario de León

Artículo de Emilio Gancedo, publicado originalmente en el Diario de León.

Son varios los escritores leoneses que encuentran en el medio rural el escenario idóneo para la creación. «El pueblo puede darte condiciones más favorables, pero sólo si el resto de tu vida te facilita las cosas» «Ya que el campo soporta abandono y obras muy nocivas, una compensación en servicios sería algo justo» «Las ciudades se están convirtiendo en lugares demasiado controlados, con menos oportunidades» calma y silencio frente a la tormenta urbana. un puñado de autores leoneses han elegido el campo como lugar de residencia a pesar de la soledad, la desidia y unas conexiones, físicas y virtuales, muy deficientes

Quizá algunos de estos fabuladores, de estos forjadores de historias, llegaron un día a pensar aquello que dejó escrito Henry David Thoreau: «De qué sirve una casa si no se cuenta con un planeta tolerable donde situarla». O aquello otro, también del autor de Walden, o la vida en los bosques: «La vida ciudadana son millones de seres viviendo juntos en soledad...».

De alguna manera se lo plantearon, aunque quizá no en esos exactos términos, autores leoneses que han encontrado en el campo un lugar más sosegado y humano desde el que crear y vivir, un espacio que no es sólo físico sino también mental, una suerte de óptica íntima desde la que hacer frente al opresivo torbellino de la sociedad presente, predominante -y casi totalitariamente- urbana. Fruto de decisiones personales, y en diversos grados de lejanía con respecto a la ciudad según situaciones, casi todos coinciden en acentuar los beneficios que para sus escrituras comporta la calma del agro, pero a la vez claman contra el abandono extremo del medio en este país y en esta tierra muy en concreto, separado por un abismo de los habituales servicios médicos, educativos y culturales ciudadanos.

Los aspectos positivos los condensa Alberto Rodríguez Torices, que lleva diez años viviendo con su familia en el tranquilo Valdefresno, a sólo diez kilómetros de la capital pero ya pueblo con todas las de la ley, calma de adobe y aire y sol de la Sobarriba. «Si tienes la gran suerte de no estar encadenado a un trabajo en condiciones estajanovistas que te haga esclavo del reloj, del coche y del jefe, es cierto que en el medio rural (en el pueblín, vaya) el ritmo de vida se ralentiza, la sensibilidad hacia lo sencillo y común se desarrolla, la mirada adquiere amplitud y profundidad, y el reencuentro con uno mismo (ese desconocido) es un poco más fácil -reflexiona-. Todo eso puede nutrir y enriquecer el trabajo literario si tampoco faltan la disciplina y la autoexigencia. También hace falta que te guste el campo, claro. Que el aire puro no te dé alergia y que superes el mono de la hiperestimulación urbana».

En su caso el cambio no fue revolucionario porque tanto él como su pareja se habían criado en pueblos: «Fue un paso muy deseado que di con gusto. Y en realidad sólo un primer paso en la renuncia a otras capas accesorias de mi vida, de las que me fui desprendiendo poco a poco. Aún me quedan muchas, pero desde que vine me siento bastante más ligero», explica el autor de Sacrificio, último premio de novela Fundación Monteleón.

UN NIDO DE ÁGUILAS

Más lejos y en una comarca más abrupta reside el poeta Juan Carlos Pajares. Durante el invierno, en Paradilla de Gordón, a 1.230 metros de altitud, apenas quedan tres vecinos y no es una aldea sino un puro microcosmos literario flanqueado de bosques y esculturas de Amancio González. Aunque por las mañanas acude a León a trabajar, las tardes son para el monte, el paseo y los diálogos con su perro Wamba. «Lo mucho que he aprendido en estos años vividos en la reserva -como le gusta llamarla- ha sido también un punto de inflexión en mi poética. Hay mucha sabiduría, mucho saber vivir y mucho sobrevivir a la intemperie en las gentes que mantienen este entorno. Y lo han mantenido contra todo y, las más de las veces, sin ayuda alguna del exterior, casi sin medios, para que los demás podamos hoy disfrutar de esa inmensa riqueza natural. Quiero pensar que esa fortaleza humana se entrevera en mi obra».

Consciente de ser una suerte de «híbrido», ya que todos los días recibe su dosis urbana («un trámite que hay que cumplimentar», califica), la «vida real», para Juan Carlos Pajares, «está en la montaña». Las facetas menos agradables, como es habitual, y en eso concuerdan todos, vienen dadas por la escasa conectividad a las redes. «Hoy, cuando los ciudadanos hemos de relacionamos cada vez más electrónicamente con las instituciones, sigue habiendo muchas zonas de sombra. Es como si el agua corriente y el suministro eléctrico sólo cubrieran las necesidades de los que viven en los grandes núcleos de población -denuncia el autor de Descalzos sobre las brasas-. Las instituciones deben procurar que Internet sea hoy un servicio fluido al alcance de todos. Ya que soportamos grandes obras de infraestructura, como la Vía de Alta Velocidad o tendidos eléctricos de alta tensión que tantísimos perjuicios han provocado y provocan en el entorno, justo sería que al menos tuviéramos una mínima compensación en lo que a servicios se refiere».

Y MÁS LEJOS AÚN

Otra vida repartida entre la acera y la hierba es la del novelista Javier Pérez, ganador, entre otros premios, del Azorín en 2006 por La crin de Damocles. Regenta tres casas de turismo rural -todas con nombres literarios- en el área de Brañuelas, esa Cepeda remota y salvajemente bella, y está a punto de ampliar el negocio con otra ubicada aún más lejos, en Alemania. «Lo más positivo es la tranquilidad y la estrechez de las relaciones humanas, claro. El silencio es algo que cada vez cuesta más caro en las ciudades y en el pueblo tienes la ocasión de pensar y repensarte, con menos inercias, con menos cosas que te llevan de aquí para allá. Para mí es una cuestión de ritmo vital».

«La modificación vino causada por el deseo de cambiar un poco de actividad y por la impresión, que mantengo, de que las ciudades se están convirtiendo en lugares demasiado controlados, cada día con menos oportunidades. Tampoco es que en los pueblos éstas abunden -objeta el asimismo ganador del Ateneo de Valladolid por Violín negro en orquesta roja -, pero si vas con una idea y un proyecto claro, el tiempo, el silencio y el espacio son mucho más asequibles». Y así, no se arrepiente de la decisión, aunque se apresura a puntualizar: «Seguramente sería mucho más duro si tuviera que estar en el pueblo todo el año. Los veranos son pura alegría, pero los inviernos eran y siguen siendo muy duros».

Todavía más extremo es el caso de Pablo Gonz, autor nacido en Sevilla de padres de Cofiñal y que después de un intenso periplo urbano por Sao Paulo, Barcelona, Madrid y Múnich ha terminado residiendo en mitad del bosque, en Chile, en una casa de madera construida por él mismo y carente de luz y agua corriente, aunque se conecta a Internet en Valdivia, ciudad de tamaño similar a León, a unos ocho kilómetros de distancia. «La principal ventaja es que me permite madurar las ideas y escribir desde el silencio. El mayor inconveniente puede ser el aislamiento, por supuesto. Viviendo aquí es difícil contactar con escritores, editores, periodistas y otras personas relacionadas con el mundo de la cultura», asegura, pero eso es algo que no le ha impedido estar a punto de publicar en España una biografía de Piotr Kropotkin -también es autor de ocho novelas y un volumen de minificciones-... Una especie de «necesidad o capricho que albergaba desde siempre» fue la que empujó a Pablo Gonz a tomar el camino del monte y, casi, de la autosuficiencia («nunca terminé de verme bien en el ámbito urbano, con las prisas habituales y la falta de empatía con el medio», dice), aunque también admite con humor que cuando sea «más mayor» le gustaría «volver a pisar las ciudades y disfrutar de las comodidades que hay en ellas».

FUERZA DE VOLUNTAD

Y hay más, por supuesto. Andrés Trapiello pasa largas temporadas en su finca del Trujillo cacereño; el lacianiego Pablo Andrés Escapa, aunque trabaja en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, reside en la pequeña villa abulense de Cebreros; Esther Folgueral está avecindada en Cacabelos; Fran Allegre, autor en leonés, en Villarejo de Órbigo, etcétera. En realidad, tratándose de León, lo raro es que cada autor no posea, sino un código postal, al menos sí una infancia, una memoria o un refugio plenamente rurales.

«Lo positivo de este medio es la carencia de disculpas para retrasar la creación -aporta, a su vez, el veterano José Antonio Llamas, que vivió en Cármenes, en una casa de madera con forma de hórreo, entre 2004 y 2014-. Allí está todo ya dispuesto: la naturaleza en estado puro, el mugir del tiempo, la lentitud de los arroyos, el vuelo del azor... Véanse, si no (y por no salirnos de la zona) a Basilio Fernández, el gran poeta de Valverdín (premio nacional después de muerto), al también grande Ángel Fierro, a Toño Manilla, a Toño Iglesias... todos dignísimos representantes de la poesía reflexiva y arraigada en la naturaleza y que constantemente reconocen haberse inspirado allí». «Y los aspectos negativos se limitan a la constatación de que la cultura provinciana, sin duda, no vive allí sino en el exilio...», añade.

Ninguno, pues, parece arrepentirse del cambio. «El pueblo puede darte unas condiciones, a priori, más favorables: tiempo, tranquilidad, etcétera, pero sólo si el resto de tu vida te facilita las cosas, si el medio te atrae y si además estás dispuesto a aportar el 99% restante, que es la fuerza de voluntad», concluye Rodríguez Torices. Y zanja Pajares desde su nido de águilas montañés: «Cualquier cambio requiere un proceso de adaptación y a veces resulta duro, pero todos los días, cuando miro al hayedo, sé que hice lo correcto».

Imprimir ficha

Buscador




Copyright © 2008 Red Española de Desarrollo Rural C/ Duque de Medinaceli, 12 1º izda. 28014 Madrid
Tel.: 911 289 748 Email: redr@redr.es

GlobalSTD ISO 9001 System Certified
Sistema gestión certificado