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Dos municipios de Huesca logran fijar población con varias alternativas, entre la que destaca la disponibilidad de vivienda y alquiler

01/02/2019 Área: Jóvenes Fuente: HERALDO

  • Torres de Barbués y Valfonda de Santa Ana (Huesca) conforman un municipio que se ha consagrado a fijar población con varias alternativas, entre la que destaca la disponibilidad de vivienda de alquiler.

Artículo de Patricia Puértolas, publicado en HERALDO.

La localidad de Torres de Barbués y su pedanía, Valfonda de Santa Ana, uno de los diez pueblos de colonización creados en Los Monegrosforman un único municipio que, al igual que el resto del medio rural aragonés, intenta plantarle cara a la despoblación.

En la actualidad, el primero suma 51 vecinos empadronados y el segundo, 221. El alcalde del municipio, Valentín Calle, señala ambas cifras de memoria, sin necesidad de recurrir a los papeles, y es que uno de sus objetivos es evitar nuevos descensos. Para ello apuesta por pequeñas inversiones que, en su conjunto, buscan un gran cambio. "A lo largo de los últimos cuatro años hemos realizado varias actuaciones que buscan invertir la tendencia actual, con el deseo de mirar al futuro con esperanza", señala el primer edil. La fórmula es sencilla: reducir gastos, mejorar servicios y asentar población. De momento, los resultados son positivos.

El mejor ejemplo está en la pedanía de Valfonda de Santa Ana, donde el consistorio apuesta por rehabilitar y ofrecer en alquiler viviendas en desuso; entre ellas, la antigua casa del médico, donde viven cuatro nuevos vecinos de origen marroquí. Allí se encuentran Ahmed y Ahalm con sus dos hijos, Doaa y Mohamed, de 9 y 3 años de edad. La familia llegó el pasado mes de abril, atraída por la "tranquilidad" del pueblo y las "comodidades" de su nueva casa, explica Ahmed, que trabaja en el servicio de recogida de residuos de la Comarca de Los Monegros.

La rehabilitación de la vivienda contó con el apoyo económico de la Diputación Provincial de Huescaque está detrás de cada una de las mejoras realizadas. Tras el éxito de esta primera experiencia, el consistorio ya ha comenzado los trámites para adecuar y ofrecer en alquiler una segunda casa de titularidad municipal. "Algunos pueblos adolecen de viviendas a la venta o en alquiler, lo que frena la llegada de nuevas familias. Para nosotros, disponer de este tipo de inmuebles es fundamental", señala Valentín.

También la búsqueda de la tranquilidad está detrás de la decisión de Ana Giraldo, natural de Lloret de Mar (Gerona), de quedarse a vivir en la localidad de Valfonda de Santa Ana. En su caso, el empeño es gestionar el bar social que, tal y como explica, "es el principal espacio de convivencia vecinal". "La función de aquel que está detrás de la barra es escuchar, inter-actuar y en algunas ocasiones, simplemente dejar hablar", señala, tras toda una vida dedicada a la hostelería. "Aquellos que venimos de la ciudad, apreciamos la tranquilidad de un pueblo, donde todos nos conocemos y puedes disfrutar de amplios espacios verdes. Además, se trata del mejor lugar para criar a mi hija".

Amantes de la tranquilidad

En el bar social también se han realizado algunas pequeñas mejoras impulsadas por el consistorio, como la adecuación de la cocina, con el fin de mantener la calidad del servicio. A ello se unen además otros proyectos, como la mejora de las piscinas municipales y la zona del merendero en Valfonda de Santa Ana, donde también ha sido creado un pequeño paseo botánico. En Torres de Barbués destaca la reforma integral del consultorio médico, o las inversiones realizadas en el cementerio.

Además de ello, han sido actualizados los sistemas de abastecimiento de agua potable de ambas poblaciones y, al mismo tiempo, se ha renovado el alumbrado, con el objetivo de que el municipio pueda ahorrar de modo eficaz en la factura de la luz. Al finalizar el proceso, el gasto se reducirá en unos 7.000 euros. El consistorio también obtiene un ingreso extra del arriendo de varias tierras de titularidad municipal. "Todo ello nos ayuda a disponer de más recursos y de este forma, poder llevar a cabo pequeñas inversiones, que son fundamentales para asentar población", insiste Valentín, que lleva casi cuatro años como primer edil.

Al margen de todo ello, también es importante mantener la vida social y cultural del municipio, lo que es posible de la mano de las asociaciones locales; son auténticos motores de actividad e ilusión en los dos núcleos de población. En Valfonda de Santa Ana, el colectivo de mujeres y consumidores es el más activo, junto a la comisión de fiestas, que se elige por sorteo entre todos los empadronados; en la localidad vecina, destaca la Asociación de Jóvenes Amigos de Torres de Barbués. Dentro de la misma figuran casi todos los vecinos, junto a aquellos que son hijos del pueblo y en la actualidad residen fuera, según explican dos de sus integrantes, Joaquín y José Luis Liesa. El colectivo es el encargado de organizar las fiestas patronales, gestionar el servicio de bar de las piscinas municipales en la temporada de verano y llevar a cabo cualquier otra actividad de carácter social y cultural en el pueblo. El salón suele ser el punto de reunión de jóvenes y mayores.

Unión vecinal para reconstruir la iglesia parroquial que perdió su torre hace dos años

"Para nosotros fue como perder parte de nuestra propia casa". Así expresa María Jesús Arbuens, vecina de Torres de Barbués, el sentimiento que provocó la caída de la torre de la iglesia parroquial. El repentino derrumbe tuvo lugar en la madrugada del 21 de abril de 2017. Por fortuna, nadie sufrió daños personales, aunque todo el pueblo sintió un profundo pensar que todavía arrastran sus vecinos. "No nos resignamos. Nuestra principal ilusión es recuperar el edificio", insiste María Jesús. De hecho, más allá del sentimiento religioso, el templo es una pieza clave en la población; al fin y al cabo es el lugar de las bodas y bautizos de la mayoría de sus habitantes.

El derrumbe de la torre afectó al edificio, que está cerrado al culto, a la espera de su consolidación. A priori, la idea es garantizar la seguridad de la nave y sustituir la torre por una espadaña, es decir, por un campanario de pared única. Para ello, el consistorio ya ha redactado una memoria que ha presentado al Obispado de Huesca (propietario del enclave) y que permitirá solicitar el apoyo económico de otras instituciones. De forma paralela, los vecinos están trabajando en la creación de una plataforma con el fin de recaudar parte de los fondos necesarios; el alto coste de la reconstrucción es el principal escollo.

Tras el derrumbe, los vecinos lograron salvar varios objetos del interior; entre ellos, albas, libros o cálices. También pudo recuperarse la campana, que volvió a sonar durante la celebración de las últimas fiestas en honor de San Pedro. Para ello, fue colocada en una estructura, junto al propio templo, tal y como recuerda Miguel Abadía, que, junto a otro vecino del municipio, Ángel Domper, fueron los encargados de su volteo. Para ambos, fue una jornada "emotiva", tras el "disgusto" vivido con motivo del derrumbe de la torre.

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