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Uno de los campos más tradicionales y de una amplia repercusión económica en la práctica totalidad de los pueblos que conforman la región extremeña y que, de forma paulatina, va cambiando sus perfiles.

Un elemento que posibilita, al tiempo, una cada vez mayor participación social y aperturismo, diferenciando en cierto modo el semblante, infiriendo un aspecto social y deportivo y procurando el desarrollo de todos los elementos que generen el más beneficioso marco en el progreso del sector rural.

Nos hemos referido tantas veces a las múltiples preocupaciones, anhelos y necesidades de evolución del sector rural extremeño, en esa eterna lucha por seguir adelante sin perder la cara a la sensibilidad de la cultura costumbrista junto al progreso de los tiempos actuales, que este nuevo planteamiento que se proyecta con la Ley de Caza, que probablemente genere sus polémicas, lo que siempre resulta un sano ejercicio, viene a poner, a la vez, un poco más de orden social, por denominarlo del modo más correcto, en una fenomenología que hasta no hace demasiado tiempo resultaba claramente diferenciador en el esquema de los pueblos. Y todos, seguramente, nos entendemos.

Detrás de la caza existe el sentido común social, deportivo, recreativo, el contacto con la naturaleza, el cuidado medioambiental, que relata, con delicadez, Miguel Delibes.

Y en Extremadura, de las más amplias posibilidades y riquezas cinegéticas, convive, a la vez, una amplia economía. Viajes, Hospedajes, Restaurantes, Tiendas de Caza, venta de la carne, y todo un amplio concepto de alternativas alrededor del turismo cinegético que tienen que servir como elemento y factor de potenciación para los pueblos de Extremadura. Siempre, como dejamos constancia, tan necesitado de todo tipo de ayudas.

A la hora de escribir y de hablar de caza hay que intentar, a través del esfuerzo que sea preciso, reconducir los planteamientos que tanto dañan a la sensibilidad cinegética y que facilitan esa indudable aportación de las fórmulas para procurar los mayores ingresos en las arcas de los municipios, de sus comercios, de sus empresas, de sus negocios, de sus bares, de sus hostales, de sus tiendas, cuyas gentes trabajan, con enorme valor y derroche de generosidad para continuar el sendero de la supervivencia.

La supervivencia de los pueblos de Extremadura, en el medio de tantas encrucijadas, disponen en sus gentes de esa garra, tesón y dignidad de las que emana el continuar ondeando las banderas y el alma de sus municipios, cuando, por causas ajenas a la voluntad de sus habitantes, se desmorona el progreso de muchas aldeas y pueblos.

¿Es ese, el del abandono, la soledad y las carencias el tributo del progreso de los pueblos extremeños y que han pagado muy altas cotas de sacrificio?

Honradamente, con la mano en el corazón de la Extremadura popular, consideramos que no. De ahí que a la hora de calibrar la Ley de la Caza, mientras se pasea escopeta en ristre y canana en la cintura, en medio de la espesura del monte, a la búsqueda de las bandadas de tórtolas, de perdices, de codornices, o la espera de un ciervo o de un jabalí, más allá de las innumerables configuraciones que embellecen la caza, se amplíe el significado y el concepto del coto social, del negocio del paisanaje humano de los pueblos.

Al ponerse en marcha el abanico de la nueva Ley de Caza con la incorporación de elementos como las Organizaciones Profesionales de Caza o la marca de calidad Caza Natural de Extremadura, esperemos que se vaya abriendo paso también a los horizontes de las sencillas y humildes gentes que existe en el interior de los pueblos de Badajoz y de Cáceres.