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La nueva realidad del Mundo Rural: la crisis y la despoblación alejan bancos, transportes, gasolineras y tiendas del interior de la Comunitat Valenciana y obligan a reorganizar los servicios públicos

25/03/2014 Área: Exclusión social Fuente: lasProvincias.es

Higinio Pérez, alcalde de Millares, está que trina. «Nuestros vecinos tienen que recorrer 30 kilómetros para ir a Real a sacar dinero o cobrar su pensión». El año pasado cerró la única sucursal bancaria que había en el municipio. «Somos el pueblo de la Canal de Navarrés con más afectados por las preferentes y ahora nos abandona el banco. Nos prometieron un cajero, pero no ha llegado».  

Es la nueva realidad a la que tratan de adaptarse los pueblos valencianos del interior. Al éxodo rural se han sumado recortes públicos y privados por la crisis. Los bancos se han alejado de sus calles, a la par que se reducen las tiendas. El transporte desaparece o adelgaza sus horarios, los farmacéuticos abren sólo algunos días y el cartero o cura del pueblo deja de ser exclusivo para repartir su labor entre varias localidades.   

Según los municipios consultados, donde más se percibe ese retroceso de servicios es en el sector bancario. Una investigación de Joaquín Maudos, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia, pone cifras al fenómeno. En 2012 la Comunitat tenía 101 pueblos sin sucursal bancaria, 25.000 residentes obligados a viajar a municipios vecinos para actualizar su cartilla o cobrar la pensión. Con el cierre de oficinas de Bankia a lo largo del año pasado, la cifra podría ser hoy mayor. Desde el inicio de la crisis en 2008 casi una treintena de pueblos de la región han perdido su solitario banco, según el estudio.

Ante este cambio, soluciones de todo tipo. «Las personas mayores aprovechan desplazamientos de otros vecinos para poder ir al banco y muchos mayores sacan todo el dinero de su pensión de golpe para no estar yendo y viniendo», explica Pérez desde Millares.    

La única sucursal de Aras de los Olmos, en La Serranía, cerró hace cuatro meses. El ayuntamiento llegó a activar un microbús para llevar a sus vecinos a Alpuente y Chelva. «Nos apuntábamos y salía los martes y los jueves por la mañana», explica una vecina de la localidad. Próximamente abrirá una sucursal de Globalcaja y, mientras, el ayuntamiento ha habilitado un pequeño despacho bancario en el propio consistorio para que una agente pueda asistir los jueves a los vecinos.    

Lucena del Cid es la otra cara de la moneda. Ellos han conservado su única sucursal de Bankia. A principios de mes, cuando toca cobrar la pensión, ven llegar un aluvión de vecinos procedentes de Villahermosa del Río y Figueroles, otros pueblos del interior de Castellón que se han quedado huérfanos de banco.    

La crisis y la caída de habitantes en pueblos pequeños del interior también ha mermado las conexiones de autobús. Andilla es un ejemplo «Hasta el año pasado salía una vez a la semana el autocar que nos llevaba a Villar del Arzobispo y a Valencia. Ahora ya no pasa», se queja una mujer de la localidad.    

A esta situación se une la ausencia o reducción de tiendas de alimentación. Allí, en Andilla, el ultramarinos de la señora Maria Inés se extinguió cuando falleció hace cinco años. Ahora sólo una tienda aguanta, «aunque abre sólo fines de semana, festivos y puentes», aclaran desde el ayuntamiento. Como solución de urgencia, el hogar del jubilado dispensa productos básicos: «aceite, patatas, pan, fruta o botes, lo más necesario», expone un vecino. Quienes quieren ir entre semana a comprar otros bienes o al banco a la vecina Villar han adoptado una solución provisional: aprovechar el transporte escolar que, cada día, a las ocho de la mañana, recorre 21 kilómetros para llevar a clase a estudiantes de Andilla.    

El ámbito educativo no escapa a la nueva realidad. En los últimos tres cursos, según datos de la Conselleria de Educación, en los Centros Rurales Agrupados (CRA) se han eliminado más aulas (30) que las que se han creado (13). La tendencia choca con la que se vive a nivel autonómico, donde la diferencia, en los mismos ejercicios, siempre ha sido positiva.    

Un CRA -hay 44 en la Comunitat- es en realidad un colegio diseminado en varios municipios pequeños a través de aularios donde estudian los alumnos de Infantil y Primaria (de 3 a 12 años). En muchas ocasiones se juntan en la misma clase alumnos de diferentes niveles. Si la instalación acaba perdiendo todas sus unidades al no llegar al número mínimo de niños (cinco por regla general), su futuro es el cierre, una realidad que no gusta a ningún municipio.    

«La juventud da vida al pueblo. Y si a los tres años las familias no tienen dónde llevar a los hijos es lógico que acaben yéndose a otro lugar». Son palabras de Vicente Royo, alcalde de Olocau del Rey, en Castellón. A finales del año pasado el municipio hizo un llamamiento para buscar una familia que quisiera instalarse en el pueblo. Sólo se pedía que tuvieran hijos en edad escolar para así salvar el aulario y que acreditaran disponer de ingresos, aunque fueran prestaciones por desempleo. A cambio, se ofrecía una vivienda gratuita a estrenar. Desde principios de mes, los nuevos vecinos están instalados. Royo confía en que los tres nuevos alumnos (actualmente hay seis) permitan mantener la instalación los próximos años. Si no es así, lo tiene claro: «Volveremos a buscar una familia».

«Cuestión de socialización»    

Ayódar, también en la provincia de Castellón, fue pionero en este tipo de llamamientos. Lo hizo en 2008 y en 2010. El aulario se mantuvo hasta su cierre en el curso 2012-2013, pues al final sólo quedaban tres pequeños. Existía la posibilidad de mantenerse, pues la conselleria ha llegado a autorizar clases con tan pocos niños, pero los padres prefirieron matricularlos en la instalación de Suera, a ocho kilómetros, para que los pequeños recibieran clase con más alumnos. «Fue una cuestión de socialización», como explica el alcalde e impulsor de la medida, Ramón Balaguer.    

Otro sector que pierde presencia en el interior es el de las gasolineras. Así lo explica Vicente Aragón, presidente de la Federación Mediterránea de Estaciones de Servicio: «En los últimos cinco años han cerrado una treintena de gasolineras en zonas rurales de la Comunitat y posiblemente media docena más sucumbirán a lo largo de este año». Los vecinos de Bicorp, en la Canal de Navarrés, recorren casi 20 kilómetros para llegar a la más cercana. «No puedes quedarte en reserva, porque corres el riesgo de quedarte tirado a mitad camino», bromea un vecino del pueblo.    

Según el Colegio de Farmacéuticos, ni los problemas por impagos ni el éxodo rural han obligado a cerrar locales en los últimos años, aunque sí a adaptar horarios a la demanda. «Cada farmacéutico decide cuando abrir en función de la población», exponen los profesionales. Pero no faltan las quejas. «Abre cuando quiere y nos tiene bajo mínimos», lamenta Alicia Lorente, concejala de Sanidad de Millares, en referencia al farmacéutico de su pueblo. «La gente mayor va loca. Tuvo la farmacia cerrada un año y teníamos que ir a Dos Aguas a por medicamentos».    

En tres años, los pueblos de la Comunitat han perdido 14 oficinas de Correos. «Las modificaciones de los servicios rurales han tratado siempre de adaptar nuestros recursos a los cambios demográficos», exponen desde la empresa estatal. En Barx se quejan de la «ridícula media hora al día» que abre su oficina de Correos. Pepa Tomás, de 62 años, es vecina de Millena. «Desde que se jubiló nuestro cartero esto es un desastre. Como no han cubierto la vacante cada día viene uno distinto y se equivocan con las calles. Van perdidos», lamenta.    

Joan Noguera, catedrático de Geografía de la Universitat de València, asegura que se ha multiplicado «el profesional itinerante que presta servicios en varios pueblos, ya sea médico, cartero, profesor o cura».    

Juan Crespo es arcipreste de Nuestra Senyora del Miracle, que cubre municipios del interior alicantino en la zona de El Comtat. «Hay sacerdotes de nuestro arciprestazgo que dan misa y atienden las necesidades de los fieles de media docena de municipios, recorriendo rutas de hasta 50 kilómetros entre montañas para celebrar la Eucaristía».    

El padre Ramón, sacerdote de la iglesia del Salvador de Cocentaina, viaja cada fin de semana por Millena, Balones, Tollos, Benimassot... En estos pueblos no hay opciones de horario para ir a misa. Se va cuando llega el cura, entre el sábado por la tarde y el domingo. «En pocos casos, la imposibilidad de acudir todos los domingos hace que, en pueblos como Quatretondeta, se haga misa cada 15 días. Una semana va el sacerdote y otra es un seglar el que celebra la Palabra».

 

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