REDR

Con el título SMART rural & city: un concepto, dos realidades, la cita quiere impulsar la reflexión y la innovación para tender hacia un sistema de relaciones urbano-rural más equilibrado, desde el punto de vista energético, y que asegure la sostenibilidad en la gestión de recursos y la resiliencia energética del país a partir de sinergias entre los dos ámbitos.

Históricamente la ciudad ha importado energía, agua, alimentos, capital humano... y ha exportado productos y servicios pero también grandes cantidades de residuos sólidos, líquidos y gaseosos. El entorno rural ha hecho de proveedor y de alcantarilla de estos flujos urbanos.

Por eso, para concebir el desarrollo sostenible del país se hace imposible mantener la separación ciudad-territorio, tanto a nivel conceptual como en la práctica, sobre todo en todo aquello que haga referencia a la resiliencia energética del país. En este sentido, los recursos energéticos propios y disponibles inmediatamente son los de origen renovable, como el recurso solar, el viento, la biomasa o el potencial hidráulico, y su disponibilidad está directamente vinculada al uso que hacemos del territorio rural, para poder captar energía primaria, transformarla, transportarla y distribuirla.

No puede haber Smart City sin Rural Smart

Dar respuesta al reto de lograr un país resiliente en materia energética implica enlazar el entorno rural, generador de energía, con el entorno urbano, principal consumidor, de manera sostenible. Por eso, hace falta una evolución que permita superar un sistema de relaciones urbano-rural y de gestión de recursos que es lineal y desequilibrada, para tender hacia un sistema circular que asegure la sostenibilidad a partir de sinergias entre los dos ámbitos.

Estas sinergias tienen que aportar soluciones a problemas comunes, como es la movilidad sostenible o el abastecimiento seguro de energía de manera local. Pero a la vez tienen que aportar soluciones tecnológicas particulares a las realidades de cada ámbito, a través de nuevas lógicas de negocio y con perspectiva social y medioambiental. Así, se tienen que superar o aprovechar, cuando proceda, las diferentes densidades de población o la orografía y climatología, que condicionan los grados de accesibilidad, de conectividad y de movilidad.

La relación territorio-ciudad se tiene que interpretar como un contínuum social, cultural, económico, ambiental y energético, donde la tecnología tiene que contribuir a su sostenibilidad. Por eso hay que tejer complicidades entre entornos que permitan impulsar su desarrollo a partir de la adaptación tecnológica a las diferentes realidades, ofreciendo oportunidades de negocio y, sobre todo, mejorando la calidad de vida de la población viva donde viva.