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Hozaron en la plaza del Grano y dicen que salieron a flote las tibias y peronés de unos señores más o menos medievales. Pues menuda noticia. Hacer un hoyo aquí equivale a intentar meter el gas ciudad en el Valle de los Reyes. El titular, la rareza, más bien, debería ser: «Los cimientos de una obra en León no sacan a la luz ningún resto arqueológico». Esperen, no. Debería ser: «Hacen una obra en León». Eso sí sería una primicia espectacular.

Nuestro subsuelo bulle de gente y uno empieza a pensar que hay mucho más ambiente debajo de la tierra que encima del adoquinado. Una vez dije que los leoneses llevamos camino de ser como los irlandeses: hay más fuera que dentro. Aquí, además, hay más abajo que arriba, lo cual viene muy bien para hacer literatura y muy mal a la hora de cobrar los IBIs. En todo caso nos ganan por goleada.

Llevamos ya demasiado tiempo llorando las ausencias de la España vacía y muy poco buscando alternativas, ventajas, «fortalezas», que dicen los expertos en el ramo. Masas ingentes de atribulados ciudadanos se agolpan y dan de codazos en ciudades cada vez más pobladas, con lo incómodo que debe ser eso (y el olor, no olvidemos el olor), sin saber que existe la Cabrera, toda exterior, con mucho espacio a estrenar, o Tierra de Campos, tan diáfana que allí parece pecado levantar un poco la voz. Los turistas, incluso, podrían dejar sus móviles en un cuenco, en el límite con Valladolid, como en esos hoteles modernos.

Lo ha visto el Ayuntamiento muy avispadamente con esas Rutas Culturales por el Cementerio. Ahí han demostrado auténtica visión de futuro, que saben ir más allá. Sobre todo más allá. Hay que perseverar, seguir por esa vía. Yo mismo he visto a turistas orientales hacer fotos a la pasarela de Papalaguinda mientras un guía, no sé si titulado, les contaba cosas del asesinato de Isabel Carrasco y ellos boqueaban de asombro y apretaban el botón en un remedo de los vengativos disparos de Montse. Turismo de asesinatos (por una linde, por un riego, por un polvo, por unos votos, por una guerra civil), turismo del silencio, turismo de la catástrofe, turismo de la nada. Turismo de interior, del interior más profundo.

Ya tengo hasta el lema: «Por tus muertos, visita León».